jueves, 17 de enero de 2013

El Imaginario Egipcio: el KA




       El ka es uno de los elementos más importantes del ser humano, ya que es el principio de la vida. Es el 'soplo divino' que nos permite existir como individuos. Cuando Jnum el alfarero modela un ser nuevo, le insufla vida al cuerpo uniéndolo con el ka. Por su parte, Ra tiene catorce kas que le ayudan a dotar de vida a toda la humanidad, y es quien otorga su propio ka a todos los seres vivos, dioses y seres humanos, de modo que todo aquello que esté representado por un dios, sean templos, tumbas, ríos o montañas, poseen el ka del dios, es decir, una parte del creador, porque todos los ka son partes de la unidad primordial que les ha dado lugar. Se ha llamado al ka el 'doble espiritual' del hombre. Algunos autores consideran al ka como el carácter o la personalidad que nace con uno mismo, en contraposición al ba, que se forma a lo largo de la vida. Otros consideran que el ba es un simple mensajero y que hay dos kas, uno más elevado, que contiene la esencia del individuo, y otro más bajo, que se forma a lo largo de la vida, con la experiencia cotidiana.
      El ka se representa como dos brazos que se doblan hacia arriba en ángulo recto y que terminan en dos manos abiertas y los dedos juntos mirando al cielo. Tal vez la imagen más representativa sea una estatua del Museo de El Cairo llamada 'Ka de Auibra', un rey de la dinastía XIII que aparece en la lista del papiro de Turin.
      Cuando una persona muere, el ka permanece con su cuerpo, inmutable, necesitado de comida y bebida como si tuviera una encarnadura que mantener. Puesto que en ese momento de la existencia es el ba el que adquiere la libertad, éste se encarga de proveer al ka de los alimentos diarios. Si el ba es considerado un alma pura en el juicio de la Sala de las Dos Verdades, se unirá al ka y de ambos emergerá el espíritu del ser humano, el Aj, que será quien ascienda a las alturas para situarse junto al creador.



      El ka ya existía antes del nacimiento del individuo, como parte del dios, y seguía existiendo después de su muerte, aunque podía morir, y en ese caso volvía a formar parte del dios y la persona desaparecía para siempre. Algunos autores consideran que el ka es lo que los demás ven de uno mismo, la imagen pública del individuo y por lo tanto uno mismo puede ver su propio ka reflejado en un espejo. Puesto que eran prácticos, los egipcios consideraron que si se hacía una estatua de una persona, de lo que se veía de él, esta imagen conservaba su ka y por lo tanto lo hacía pervivir aún después de muerta la persona y corrompido su cuerpo, de ahí la construcción de estatuas de madera en los funerales. Pero aún era mucho mejor momificar el cuerpo y conservar su ka en su interior, mientras el ba iba y venía entre el mundo subterráneo y el mundo de los vivos a la espera de la salvación.
      Puesto que el ka era un símbolo masculino, los egipcios crearon una versión femenina denominada Hemsut, que se representa como una mujer arrodillada con un niño en brazos o un grupo de mujeres si lo que se representa son varios kas. Es una deidad menor que sólo tuvo importancia en Sais, donde la diosa creadora era Neit. (cf. Teodoro G. Lambert, 2004).





Según Isabelle Franco, el Ka es el elemento principal de la parte invisible que constituye la personalidad de todo individuo y que representa el doble inmaterial del yo. Nace con un cuerpo, y crece y se desarrolla al mismo tiempo que él. Tiene una relación íntima con los alimentos y es él el que aprovecha las ofrendas después de la muerte. Encarna las fuerzas vitales del individuo. El término ka, cuyo jeroglífico se escribe con un símbolo formado por dos brazos levantados, designa también las vituallas. Los dioses, a imagen de los hombres, estaban también provistos de kas, pero podían poseer muchos (hasta catorce en el caso de Ra). Sólo el ka regio se representaba como un ser humano, sobre todo en las escenas de teogamia. (cf. Isabelle Franco, 2000).

Para Manfred Lurker, el ka designaba las fuerzas vitales creativas y preservadoras. En las épocas más antiguas se refería particularmente a la potencia masculina (hecho que subraya también la identidad fonética con la palabra ka = toro), pero significó también el poder intelectual y espiritual. (cf. Manfred Lurker, 1991). Siguiendo a Andrey O. Bolshakov, el conjunto de ideas relacionado con el ka es uno de los más importantes en la religión egipcia. Como en las culturas europeas no existen conceptos análogos a dichas ideas, es imposible traducir de un modo apropiado la palabra k3 e identificar su concepto con otros que nos resulten más familiares. Las interpretaciones del ka son numerosas, ambiguas y normalmente poco satisfactorias, y abarcan desde su identificación con el término latino genius hasta una analogía con 'maná'.

      Su transcripción en jeroglífico consistía en dos brazos extendidos, considerado generalmente un símbolo del abrazo (o protección) a un hombre de su ka, aunque son posibles otras interpretaciones. Debe establecerse una distinción entre el ka interno y el externo, así como entre el regio y el humano, pues estos conceptos eran cualitativamente distintos.

      La idea de que había algo que permitía a los hombres llevar a cabo sus actividades físicas y mentales surgió en tiempos prehistóricos tanto en Egipto como en otros lugares. El ka (el ka interno) era una de esas entidades. Su naturaleza aparece reflejada en numerosas palabras derivadas de la misma raíz: k3j ('considerar', 'pretender'), k3.t ('pensamiento'), nk3j ('considerar'), k3j ('hablar'), k3.t ('vagina'), bk3.tj ('testículos'), nkj ('copular'), nkjkj ('fecundar'), bk3 ('estar preñada', 'impregnar'), nk3k3 ('buena condición de la carne'). Términos como hk3, hk3.w ('magia', 'conjuros mágicos'), hk3j (), hk3j ('hechicero') y hk3(w) ('dios Heqa, personificación de la magia'), ponen de relieve la esencia del carácter sobrenatural del ka. El papel reproductivo del ka es evidente, pero su conexión con el proceso del pensamiento no está tan clara. Por norma, la mente estaba relacionada con el Ba (como se pone de manifiesto en la Disputa de un hombre con su Ba, donde se describe la confusión de pensamiento en forma de un diálogo con la mentada entidad), pero la palabra hmt ('pensar', o 'actuar tres juntos') nos lleva a suponer que también se tenía una idea del pensamiento a modo de proceso trilateral, con el ka desempeñando algún tipo de oscuro papel, junto con el ba. Debido a su papel en el pensamiento, el k3 podía hacer referencia a la individualidad humana como un todo, y en contextos distintos podía ser traducido por 'carácter', 'naturaleza', 'temperamento' o 'disposición'. Como el carácter predestina en gran medida la existencia de un individuo, el k3 significa también 'Destino' y 'providencia'. Eseta utilización del término daría lugar a una tradición de interpretar el ka como una especie de fuerza vital universal, aunque esta idea resulta demasiado abstracta, e incluso los ejemplos citados anteriormente ponen de manifiesto que el significado de k3 era mucho más concreto en cada uno de sus contextos.




     La mente del hombre de la Antigüedad no tardará en adoptar personificaciones. Transformó ese 'motor interno' en un ser determinado. Dicho ser (el ka externo) estuvo asociado originalmente, al parecer, con la placenta (el gemelo de un individuo), y nacía con el hombre. Los etnógrafos han puesto de manifiesto la existencia en África central de asociaciones de carácter sobrenatural de la placenta y el cordón umbilical, pero en Egipto este tipo de nociones se establecieron con anterioridad a partir de unas ideas más elaboradas, y en el Período Dinástico sólo encontramos alusiones a ellas.

      Las escenas del nacimiento del faraón presentan a Cnum (o Jnum) formando al faraón niño y su ka en un torno de alfarero. En los templos de las pirámides del Impero Antiguo encontramos muchas representaciones del ka acompañando al monarca, bien como signo k3 personificado, bien como una forma humana con el signo k3 sobre su cabeza. El jeroglífico k3 contiene el serej con el nombre del faraón formado a partir del de Horus, mientras que el ka propiamente dicho lleva una pluma de avestruz (el símbolo de la armonía del Universo o Maat) en una mano, y un largo bastón con un remate en forma de cabeza del faraón (mdw-spsj) en la otra. De este modo, el ka real queda asociado al nombre formado a partir del de Horus que describe la presencia del dios celestial en la persona del faraón. Esto pone de manifiesto la dualidad de la naturaleza del faraón, en la que se combinan componentes divinos y mortales: la Divinidad se realiza a través del ka. (cf. Donald B. Redford, 2003).


Tomado de: Lambert, Teodoro G. (2004). Diccionario de los dioses y mitos del Antiguo Egipto. Barcelona: Océano; Franco, Isabelle (2000). Pequeño diccionario de mitología egipcia. Barcelona: José J. de Olañeta, editor, Lurker, Manfred. (1991). Diccionario de dioses y símbolos del Egipto Antiguo. Manual del mundo místico y mágico de Egipto, y Donald B. Redford (ed.) (2003), Hablan los dioses. Diccionario de la religión egipcia. Barcelona: Crítica. 

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