jueves, 5 de diciembre de 2013

Mitos venezolanos: Waraos: El origen mítico de la palmera Temiche




"Hace mucho tiempo había una anciana que siguió a su marido para vivir en las tierras bajas del Delta. La vida discurría fácil para el viejo matrimonio en aquel lugar, más fácil que de donde procedían y gozaban del agua fresca de las marismas y la brisa marina que barría incesantemente su nueva casa. El nombre de la anciana era Yahuhi. 

Conforme pasó el tiempo, la mujer sintió una extraña transformación en todo su cuerpo. En primer lugar sus ojos comenzaron a abrirse de forma que podía ver bien de nuevo. Luego desaparecieron las arrugas de su rostro y su cuerpo comenzó a tomar la forma del de una joven y su piel a aparecer juvenil y sana. Incluso la voz de la anciana cambió para tornarse la voz de una joven doncella y empezó a cantar de felicidad por su recuperada juventud. 

El esposo de la mujer estaba igualmente sorprendido ante la transformación y comenzaba a preguntarse la causa de la misma. 

'He cambiado porque mi cuerpo estaba expuesto al aire fresco del norte' — dijo la mujer. 'Quedémonos aquí para siempre'.


Un día el hombre dijo a su joven esposa que tenía que abandonar la casa por un breve tiempo. Quería ir al conuco y trabajar algo en él. 

'Muy bien', dijo la mujer. 'Te haré la comida y te esperaré. Pero no te demores más de lo que dices.'

Pasó el tiempo y el hombre no volvió en el período que había fijado. Mientras su esposa esperaba, vio que un joven bien parecido se acercaba a la casa, procedente del norte. Él la saludó con amabilidad y le preguntó adónde había ido su esposo. 'Se ha ido al conuco y se ha demorado', dijo ella. 

Así que el visitante se aprovechó de la ausencia del esposo y sedujo a la juvenil mujer. Cuando el esposo llegó por fin, el seductor había dejado hacía tiempo la casa, pero éste notó que algo iba mal. Interrogando a su esposa, ella terminó por confesar que un joven la había visitado y seducido durante su ausencia. Dijo que era culpa de él por dejarla sola. 

Esto provocó la furia del viejo. Preparó una soga y azotó a la pobre mujer tan despiadadamente que las marcas cubrieron su cuerpo de pies a cabeza. 

Pasaron los días y la mujer parecía estar muy enferma. No podía dormir ni comer por el dolor y por fin, murió. 

Palma Temiche o Manicaria Saccifera Gaertn


Como no había gente en los alrededores que pudiera ayudar al viejo a enterrar a su esposa, aquél ató el cadáver a un poste en posición de pie. Parecía como si la mujer estuviera allí con vida. E incluso cuando pasó una luna llena el cuerpo de la mujer estaba allí luciendo juvenil e incorrupto. 

Los frutos de la palma Temiche o Manicaria Saccifera Gaertn

Sin embargo, después de esto, la mujer comenzó a transformarse en un árbol. El esposo la dejó y la miró por última vez y vio que la mujer se había convertido en una palmera temiche. Se dijo a sí mismo: 'Cuando los Warao vengan a habitar esta tierra, llamarán a esta palmera yawuhi, porque ése era su nombre cuando era una mujer.'"






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.) (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana.  

Mitos venezolanos: Waraos: Tikitikibanna. Otra historia de un tigre de dos cabezas




"Algunos fueron a cortar árboles de palma Ité, con el fin de conseguir la fruta y fueron a sus casas para comerla. (...) Había muchas mujeres y únicamente dos hombres. Cada hombre llenó una cesta y trepó a un árbol y comió, mientras las mujeres llenaban las curiaras con fruta; y los hombres vieron venir siete tigres de dos cabezas por la sabana y ellos llamaron a sus hermanos para indicarles que siete tigres estaban llegando.

Pero las mujeres se burlaron, ¡ja, ja, ja, ja!, y no atendieron a los hombres y los tigres llegaron y mataron a todas las mujeres y ellos hicieron un montón con todo el gran número de mujeres y cada tigre cargó con tantos cuerpos como pudo, en la cavidad que los tigres de dos cabezas tienen en el lomo, hasta que se los llevaron todos. Diez veces cargaron antes de terminar. (...)

Entonces los hombres bajaron.

Pero cada vez que los tigres regresaron, sus vientres estaban más llenos que la vez anterior; por esto, ellos venían muy despacio. Y los hombres iban huyendo, lejos, lejos, lejos en el monte; ellos corrieron, corrieron, corrieron. Y uno de los hombres estaba cansadísimo y cayó, y cuando se acercaron a la curiara, oyeron los tigres corriendo detrás de ellos, como perros. 


Y cuando alcanzaron la curiara, el más débil se cayó, y los tigres estaban a punto de agarrarlo, pero otro lo arrojó en la curiara y cortó la cuerda. Y mientras ellos se alejaban, el tigre arañó el tronco de la curiara con las uñas, así. (El narrador rasguñó el suelo con sus uñas). 

Y los hombres se fueron a sus casas y contaron a sus familias y estaban a punto de irse a buscarlos y ellos tenían tres curiaras muy grandes hechas de un árbol grande llamado Bisi, como botes con tallos cuadrados. Y ellos tenían un perro grande, tan grande como un caballo (...). Y ellos llevaron el perro donde estaban los tigres y el nombre de su dueño era Tiki Tiki Banna, porque él era un gran cazador de tigres.

Cuando ellos llegaron allá, desembarcaron primero al perro. Tiki Tiki Banna le dijo a su perro que ellos tenían que matar tigres y los dos se fueron. 

Y el resto los siguió a distancia y cuando encontraron los tigres, sus vientres estaban llenos todos y ellos estaban echados vigilando. 


Tiki Tiki Banna y el perro se pusieron a trabajar y los mataron a todos; y entonces él le dijo al perro: 'Ahora que has matado, debes comértelos.'

Así ellos dejaron al perro allí una semana y volvieron por él el lunes. 

Tiki Tiki Banna fue solo y encontró al perro tan gordo que sólo quedó libre una pulgada a bordo cuando el perro fue embarcado en la gran curiara. Y él trajo al perro a casa y le construyó una casa grande, le puso el piso y se la dio al perro para él solo. 






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.) (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana. 


martes, 22 de octubre de 2013

Mitos venezolanos: Waraos: Un indio que hacía curiaras se convirtió en bongo y su mujer en tigre




"Dentro de un gran morichal había una ranchería numerosa. Uno de los hombres, que era constructor de curiaras, le dijo a su mujer: Yo me voy, espérame unos veinte días. 'Jocoji guarao isaca ecu, ma guakau'. 

El hombre cogió su hacha y su machete y se fue al monte, donde tumbó un árbol llamado 'dijaru', parecido al cachicamo. Hizo la curiara y al terminarla, regresó a casa.

Cuando llegó, su mujer que estaba disgustada por la tardanza, le dijo: ¿Dónde estuviste tanto tiempo? Estuve haciendo un bongo (Guajimoana), respondió el marido. La mujer continuó increpando al hombre, porque la había tenido tantos días muerta de hambre; pues durante ese tiempo los otros indios no le habían querido dar nada de comida. 

Después que estuvieron tranquilos, le dijo el indio a la mujer: Seisa miquí; nauquí, ma guajimoana yata. Ea; vámonos a ver mi bongo. Se fueron los dos. En el mismo camino encontraron un morrocoy. El hombre dijo a su mujer: 'Guasi nisanu; nisaitane aisiko naru.' Coge ese morrocoy y llévalo contigo.

Cuando la mujer cogió el morrocoy se apoderó de ella un gran temor y empezó a dar gritos. El hombre había andado tan aprisa que ya la había perdido de vista; pero al oírla gritar le dijo: No llores, no tengas miedo. Ella, sin embargo, seguía gritando. Cuando el hombre llegó al bongo tropezó y cayó. 'Naruyakore dau jataja teraja sakane nakae'. 


La mujer venía llegando y preguntaba: ¿Dónde está el bongo? Pero como el hombre se había caído, ni ella lo veía ni él contestaba. Entonces la mujer se acercó más y vio que su marido se estaba convirtiendo en tronco. Entonces ella se acercó corriendo a su marido y le dijo: ¿Por qué te conviertes en bongo y no me quieres hablar? 'Iji catukane namonía dau akabajutane? El contestó: 'Dau akabajutane namonía dau makojatubuae kuare'. Me convierto en tronco, porque así me lo ha mandado el Jebu. Al decir esto ya quedó el hombre convertido en bongo definitivamente. 


La mujer al verse sola, dijo: Pues yo me convertiré en tigre. 



El jaguar o yaguar es el tigre americano


Apenas dijo esto se marchó corriendo y llegó a una laguna y se zambulló en el agua. Al zumbarse, dijo: Ya no tengo compañero y por eso me convertiré en tigre. Cuando salió del pozo ya era un tigre perfecto.

Tomó el camino de la casa de donde había salido; pero antes de llegar le salió al encuentro un perro bravo ladrando. Ella agarró ese perro y lo llevó a donde estaba su marido convertido en tronco. El perro no quiso comer nada de lo que allí había, sino que se tiró al río y se ahogó. 


La india desde entonces anda por el monte sola, pero convertida en tigre."








Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana. 

Mitos venezolanos: Waraos: Kororomani (El Génesis Warao)




"A un cierto hombre llamado Kororomani le gustaba talar campos. Una mujer fue con él como esposa, dejando a su primer esposo por esta circunstancia; pero porque a ella le gustaba hablar con otros hombres, Kororomani la despachó. 

La hermana de esa mujer vino entonces a Kororomani como esposa; él la amó y conservó, y ella cocinó para él y le dio la comida y él fue a dormir en la casa del padre de ella. Al día siguiente él se la llevó a su propia casa. Entonces su padre vino en la oscura noche, pero no a la casa donde su hija se estaba alojando al mismo tiempo. 

Ya Kororomani tenía dos botellas, una que hacía día y otra, noche. El dio éstas a su suegro, quien al conseguirlas regresó a su casa.

En el camino, un pájaro-tigre trató de arrebatarle las botellas. Él lo rechazó y continuó con las botellas, pero el pájaro-tigre volvió y logró quitarle la botella de la noche de la que él quitó el corcho. Era plena noche. Cuando Kororomani vio la oscuridad, supo lo que había pasado y fue a reunirse con su suegro, tomando diez botellas en las cuales él recogió toda la oscuridad. El preguntó a su suegro por qué dejó que el pájaro tomara la botella y el viejo no respondió. 

Mientras que Kororomani estaba recogiendo la oscuridad y antes que hubiera terminado, el suegro descorchó la botella del día para conseguir un poco de luz con el fin de ver lo que ellos estaban haciendo. Pero cuando toda la noche estuvo embotellada, él destapó la botella del día porque la noche se había terminado. 

Pero el pájaro-tigre era un hombre que se había disfrazado como pájaro cuando vio al hombre venir. 

Así, Kororomani y su suegro se fueron a sus respectivas casas. Kororomani a su casa en la alta colina sobre el mundo de entonces y el suegro, a la llanura. 


Un pájaro llegó a un árbol cerca de la casa de Kororomani y él disparó su flecha, pero no le acertó y la flecha cayó cerca de su casa; pero no obstante, él no pudo hallarla. Cuando erró el tiro, su suegra barrió todo el terreno de aquel lado de la casa y, mientras ella estaba barriendo, encontró la flecha enterrada en el piso hasta una pulgada de su mango. 

Y Kororomani vino y la sacó, pero la arena inundó el hueco que la flecha había hecho, y el hueco creció tan grande que él podía ver a través de él la casa de su suegro, debajo, y el hueco creció más todavía. 

Kororomani lanzó una cuerda a través de la cual todavía alcanzó el más bajo mundo y por él descendió al terreno mucho más abajo de la casa de su suegra; y él fue y encontró cochinos silvestres y acures y toda clase de animales que no estaban en las montañas, a pesar de que él comía casabe solamente. 

Habiendo visto la cacería, él regresó a su casa y contó a su esposa que había abundancia de carne y que deberían ir allá, y lo hicieron. 

Y una mujer en el cerro, que estaba en estado avanzado de embarazo, descendió como toda la gente, pero quedó atascada en la mitad del túnel y obstruyó la vía para los otros; ellos tomaron un bastón y trataron de empujarla, pero fallaron y fue dejada en lo alto y se adhirió allí y llegó a ser la estrella de la mañana. 

Entre los que quedaron detrás estaba el Piaman (Warao: Wisidaty) y él envió dos espíritus malos para matar la gente de abajo, y cuando ellos estuvieran muertos, él conseguiría sus espíritus volvieran a las montañas. Y si él no hubiera sido dejado allá, no habría existido ninguna muerte sobre la tierra.

Kororomani no encontró agua en el mundo inferior y ellos cavaron hoyos pequeños. Manó un poco de agua, pero cuando trataron de beberla, desapareció otra vez.

Wisidatu o wisidaty warao

Pero el pájaro Killicow era un hombre y ellos lo mandaron a buscar agua, y a medida que él buscaba, encontró una raíz grande, en torno de la cual había poquito de agua sobre hojas, y él recogió las gotas y fue y les dijo que él había hecho un pequeño arroyo; pero ellos vinieron y lo encontraron seco.

Después mandaron al hombre Korokoro (ave zancuda marrón), quien prometió hallar agua y les dijo que ellos debían pelear con él y entonces él les traería agua a ellos. 

Cuando ellos pelearon dijeron: 'Tú eres un pajarito sucio y comes gusanos y tienes plumas azules y una cabeza pelada'. 

Y así llovió y hubo una inundación; y ellos bebieron, se bañaron y durmieron; y cuando despertaron, había salido el sol y el agua se había secado.


Corocora  roja

Y en otra casa oyeron a un hombre haciendo sonar una flauta. Lo llamaron Torosidu (el tordo, zorzal) (porque los pájaros todos eran gente entonces). Y cuando él (Kororomani) vino, Torosidu le preguntó qué quería y él respondió: 'Mi querido amigo, ayúdame, porque estoy en necesidad', y Torosidu le preguntó: '¿Qué es ello?', y Kororomani respondió: 'Quiero agua'; y Torosidu llevó a Kororomani al sitio y vio el gran mar dando vueltas y las arenas blancas. Y así fue como se hizo el mar. 

Kororomani tenía dos hermanas, Wirimando y Torobinako, y cuando Kororomani se fue a talar y a limpiar el bosque para hacer un sembrado, en el camino prohibió a sus hermanas bañarse en el amplio mar, y les mostró una laguna pequeña para bañarse, porque el mar era un lugar para él y no para ellas; a pesar de eso, ambas se fueron al mar a bañarse; y la hermana más joven le dijo a la mayor que si ellas lo hacían desobedecían a su hermano, pero la mayor se quitó la ropa y se bañó en el mar. Mientras ella estaba nadando, se sostuvo sobre un trozo de madera que sobresalía del agua y entonces vio una cantidad de hombres blancos nadando detrás de ella y riendo y ella estaba avergonzada y nadó hacia la playa y estando asustada se puso la ropa y se fue a casa con su hermana. Dos noches más tarde, ella se encontró que estaba embarazada. 

Tres días más tarde se fue a sacar yuca y mientras iba, nació el niño y fue un varón. En el momento él disparó a una cantidad de pájaros con una flecha invisible, porque él era un Hebu (espíritu malo). Cuando su madre regresó, él se fue con ella, pero nadie lo vio porque él regresó al vientre de su madre. Cinco días más tarde (el vientre de la madre continuaba aumentando) ella fue a buscar yuca otra vez y entonces el niño salió y disparó a más pájaros, y el nombre del niño era Quanari, y él tenía muchas rayas en el cuerpo. Esto ocurrió muchas veces mientras ella iba al campo y siempre regresaba trayendo caza y una vez trajo un acure de regreso, frutas de los árboles y otro pájaro. Por eso Kororomani mandó a su hermano a vigilarla en los campos y ver cómo ella conseguía toda su caza y fruta y él la vio acercarse a un árbol frutal (Mimusops globosa) y una gran serpiente salió de su vientre y se subió al árbol y allí se convirtió en un hombre y la llamó: 'Madre, hay mucha fruta aquí' y él sacudió el árbol y la fruta cayó. Pero los pájaros vieron al hermano de Kororomani y empezaron a volar alrededor y Wirimando llamó a su hijo que se bajara, pero él le dijo que no podía mientras hubiera tanta fruta y siguió sacudiendo el árbol; pero el hermano todavía estaba escondido y él vio que el hombre del árbol volvió a la forma de culebra y al sitio de donde él vino (el vientre de Wirimando). 

Mientras Wirimando recogió la fruta, su hermano regresó e informó a Kororomani que Wirimando tenía una cosa espantosa dentro de su vientre. 

Quizá uno de los episodios del mito
aluda al árbol del níspero

Mientras ella salió casi diariamente, Kororomani ordenó a su hermano hacer flechas y ellos tardaron un día en hacerlas. Y Wirimando preguntó a sus hermanos para qué ellos hacían las flechas. Al día siguiente ella salió otra vez y sus hermanos la siguieron. Otra vez ella fue al árbol frutal y la misma cosa sucedió como antes, y los pájaros otra vez dieron aviso y ella pidió al hombre-serpiente que bajara. Él regresó a la forma de serpiente y bajó del árbol y mientras bajaba los hermanos le dispararon flechas. Mientras ellos le disparaban, su madre huyó y la serpiente atravesada con las flechas cayó muerta sobre el terreno. Entonces la gente (los Waraos) tomaron  machetes y la cortaron en pedacitos y esparcieron los pedacitos de carne por todo el país y algunos los enterraron. 

Pero Wirimando vino y recogió los pedazos y los cubrió con hojas de yuca y otras hojas y permaneció allí llorando día y noche por tres días y luego se fue a su casa. Cuatro días más tarde ella visitó los restos y se quedó seis días regresando a casa con su cabello peinado y sus mejores vestidos. Pero de la carne hedionda de la serpiente salieron gusanos y éstos se transformaron en gente, mientras Wirimando dormía en el matorral. Uno de éstos fue un muchachito quien lloraba continuamente por carne, pero cuando ella se la daba, él no la comía. 


Ahora Kororomani tuvo un hijo y Wirimando dijo: 'como Kororomani mató a mi hijo, yo le daré su hijo a este niño, porque él está siempre llorando por carne.' Tres días más tarde, ella trajo el hijito de Kororomani al matorral y lo mató y se lo dio al muchachito y él se lo comió. 

Tres días más tarde, Kororomani fue a la casa donde estaba Wirimando a reclamar su niño, pero encontró que todas las hamacas estaban vacías y todos se habían ido; pero vio muchas ollas grandes volteadas, debajo de una de ellas halló una olla de pimienta y en ella, la cabeza, manos y pies de su niño y por eso él regresó y fabricó flechas para disparar a esta gente, es decir, a los hombres y mujeres que salieron de los gusanos del hijo de Wirimando. Kororomani, junto con su hermano, mataron a Wirimando y a toda la gente que allí había y entonces se fueron a su casa." 






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana. 

Mitos venezolanos: Waraos: Jecunu. El fuego. Su origen





   "Aguajabara. JECUNU EQUIDA, JOCOJI AJERAGUAITU. Al principio no había fuego; en cambio el sol era abrasador y con él preparaban los indios la YURUMA y asaban el pescado. 

      Pero descubrieron que en una ranchería había una vieja que en la noche, cuando dormía, ponía debajo del chinchorro un carbón encendido. 

      Una noche un indio intentó cogerle ese tizón a la vieja y para ello se fue caminando poco a poco a donde ella estaba acostada. Cuando ya se lo iba a coger, la vieja se dio cuenta, se levantó, cogió el tizón y lo tragó. 

      El indio dejó tranquila a la vieja y a la noche siguiente intentó nuevamente cogerle el tizón, pero tampoco lo pudo conseguir. Esa vieja tragaba el tizón y llevaba el fuego dentro de ella. 

      Un día salieron casi todos los indios de la ranchería a buscar la fruta llamada "MUJI". Regresaron cargados de esa sabrosa fruta y le dieron parte a la vieja que se había quedado en casa. Como ella nunca la había comido, al probarla decía: Qué fruta tan sabrosa; ¿por qué no me traéis más? Dijéronle los indios; esa fruta es muy escasa; ven con nosotros otro día a buscarla. 

      Al poco tiempo volvieron al monte los indios a buscar la fruta y la vieja también fue con ellos. Llegaron al árbol que la produce y el indio que se subió arriba le dijo a la vieja: Ponte debajo del árbol para que cuando yo tire las frutas puedas coger en abundancia. Subió el indio más arriba y la vieja se puso debajo del árbol, en espera de la fruta tan sabrosa. El árbol le cayó encima a la vieja. Como era tan pesado, al aplastarla, la vieja se reventó y salió de ella una gran LLAMARADA. 

      Este fuego que salió de la vieja es diferente a todos los demás. Todos los otros fuegos se apagan; pero el fuego que sacan los indios del palo "jimareju" ese nunca se apaga, porque es el fuego que salió de esa vieja. De esa manera los guaraos tuvieron fuego. 



Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmen Bentivenga de Napolitano (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila. 

domingo, 10 de marzo de 2013

Mitos venezolanos: Waraos: El dueño del Sol y el motivo de su caminar despacio




      "Hubo un tiempo 'al principio', en que el SOL no alumbraba; pues un hombre dueño de él, lo tenía escondido en una bolsa, y ese hombre vivía en las nubes, hacia el Oriente. 

      Supo un indio que ese hombre tenía el sol escondido y le envió a su hija mayor para decirle que lo sacara y lo pusiera en el cielo a fin de que alumbrase a todos los hombres.

      Cuando la india iba por el camino, le salió al encuentro un hombre joven que la detuvo mucho tiempo y hasta llegó a faltarle el respeto, pero ella siguió su camino y llegó a donde estaba el dueño del sol y le dio el encargo de su padre. Él, sin embargo, no dio crédito a las palabras de la india, y después de haberle faltado a la consideración debida, la despidió, regresando ella a la casa de su padre sin haber conseguido nada. 



      Cuando contó a su padre los percances del camino, no sólo no desistió de su empeño, sino que mandó a su hija menor con el mismo encargo. Fue la muchacha hacia el Oriente y aunque nadie salió a molestarla en el camino, cuando llegó a la casa del dueño del sol, fue molestada por él, lo mismo que su hermana. 

      En vista de que nada conseguía antes de regresar le dijo resuelta: ¿Por fin no vas a descubrir el sol...?

      Al tiempo que esto decía, vio una envoltura o bolsa rara colgada en la pared de la casa... Al notar el dueño del sol que la india miraba con mucha atención le dijo con mucho interés: No toques eso.



      En el modo de hablar de aquel hombre, entendió la india que allí tenía el sol escondido y sin hacer caso, con mucha rapidez rasgó de un tirón aquella gran bolsa (jocoji anamu yabannae) y empezaron a extenderse por todas partes los rayos del sol. 

      Cuando el hombre vio que la muchacha había descubierto su secreto, puso el sol hacia el Oriente y mandó colgar la bolsa hacia el Poniente. Con la luz que le daba el sol, brillaba ella también y quedó convertida en LUNA.

      La india regresó a la casa de su padre y le contó cómo había logrado descubrir el sol.

      Ambos lo estaban contemplando y a las tres horas se escondió. 




      Viendo el indio que apenas había alumbrado el sol por espacio de tres horas, llamó a su hija y le dijo: Vete otra vez al Oriente y esperas allí al sol. Cuando vaya a salir mañana, le amarras por detrás un morrocoy para que vaya más despacio.

      Salió la india de su casa, llevando un morrocoy en la mano. Cuando a la mañana siguiente iba a salir el sol, se lo amarró por detrás y no tuvo otro remedio que caminar más despacio, tardando aquel día en hacer su recorrido como unas doce horas.

      Desde entonces el día dura doce horas y desde esa fecha hay sol y luna." 




"Notas explicativas: 


Este cuento es muy divertido y verdaderamente original. El sol, que tantos encantos y misterios encierra para todas las tribus salvajes, algunas de las cuales lo adoran como Dios, es objeto de especial atención en los CUENTOS de los Guaraos. En este que transcribo, pretenden explicarnos su origen. Incidentalmente y como complemento del sol, nos dice de dónde procede la luna.

      No sé lo que dirán los astrónomos de la duración y curso del sol durante las doce horas del día, según la explicación que de ella nos hacen los Guaraos. Debemos estar muy agradecidos a la ocurrencia de aquel indio; pues sin la rémora del morrocoy que lleva por detrás, apenas disfrutaríamos de su luz y calor unas pocas horas del día, con las incomodidades consiguientes.

      Dicen los Guaraos, que el sol se esconde por la tarde para dormir y beber agua. Necesita refrescarse, porque si no, moriría. Si no bebiese agua, saldría con más calor y habría peligro de que todo se abrasara."






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana (Colección Estudios). 

Mitos venezolanos: Waraos: Origen de la Muerte




      "Cuando el mundo estaba recién hecho y todos los animales podían hablar, un Jefe de indios habló a su gente y les dijo: 

      —Esta noche va a pasar la muerte, por tanto no durmáis.

      Pero a pesar de la advertencia, un joven se fue a dormir. 

      Siguió diciendo el Jefe: 

      — El primero que va a llamar esta noche es la muerte; el que llamará después es un espíritu bueno. Si nosotros contestamos a este último no moriremos nunca; pero si contestamos a la primera llamada, moriremos sin remedio.



      Llegó la noche y todo estaba en el más profundo silencio en la ranchería. Cuando he ahí que hacia la media noche oyeron una voz. 

      Los indios no respondieron.

      Mas el muchacho que estaba dormido, se despertó sobresaltado y contestó a la voz.

      Aquélla era, en efecto, la llamada de la muerte.

      Se cumplió inexorablemente la sentencia.

      Y desde entonces los indios comenzaron a morir."



Nota: "Este mito lo trae De Goeje en su trabajo 'The Inner Structure of Warao Language of Guiana' y procede de la región del Surinam; mas en el fondo es universal entre los guaraos, según los cuales la causa de la muerte fue la desobediencia."






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmen Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana (Colección Estudios).  

Mitos hebreos: Glosas sobre la Fábula de la Creación





      "Dios creó los Cielos con la luz de Su vestimenta. Cuando los extendió como un paño comenzaron a dilatarse cada vez más espontáneamente, hasta que Él gritó: '¡Basta!' Creó la Tierra con la nieve que había bajo Su Divino Trono: arrojando parte de ella en las aguas, que se helaron y convirtieron en polvo. La Tierra y el Mar también se extendieron cada vez más hasta que Él gritó: '¡Basta!'

      Pero algunos dicen que Dios entretejió dos madejas, una de fuego y la otra de nieve, para crear el mundo; y dos más, de fuego y agua, para crear los Cielos. Otros sostienen que los Cielos fueron hechos con nieve solamente. 

      Bajo el antiguo régimen del Agua prevalecían un desorden y un caos tales que los hombres prudentes evitan toda mención del mismo. 'Comparar a Dios con un rey que ha construido su palacio sobre una gran letrina —dicen— sería pertinente, pero irreverente.'




      En consecuencia, Dios desterró a Tohu y Bohu de la Tierra, aunque los conservó como dos de las cinco capas que separan a las siete Tierras. A Tohu se lo puede discernir fácilmente como la delgada línea verde del horizonte desde la cual, todas las noches, se extiende la Oscuridad por el mundo. Bohu es también el nombre que se da a ciertas piedras relucientes sumidas en el abismo en que acecha Leviatán. 

      Dios encontró a las Aguas de Arriba masculinas y las Aguas de Abajo femeninas unidas en un abrazo apasionado. 'Que una de vosotras se levante', ordenó, 'y que la otra descienda'. Pero las dos se levantaron juntas, por lo que Dios preguntó: '¿Por qué os habéis levantado las dos?' y ellas respondieron con una voz: 'Somos inseparables. ¡Deja que nos amemos!' Entonces Dios extendió Su dedo meñique y las separó; a las de Arriba las elevó a gran altura y a las de Abajo las derribó. Para castigar su oposición Dios las habría chamuscado con fuego si no hubieran suplicado misericordia. Las perdonó con dos condiciones: que, en el Éxodo, permitieran que los Hijos de Israel pasaran a pie enjuto, y que impedirían que Jonás huyese en barco a Tarsis.




      Luego las aguas divididas manifestaron su angustia por la pérdida sufrida lanzándose ciegamente las unas contra las otras e inundando las cimas de las montañas. Pero cuando las Aguas de Abajo llegaron al pie del trono de Dios, Él gritó airado y las pisoteó con Sus pies. 

      Otros dicen que las Aguas de Abajo, angustiadas y no estando ya tan cerca de Dios, gritaron: 'No nos han considerado dignas de la presencia de nuestro Hacedor' y trataron de llegar hasta Su trono como suplicantes. 

      En el tercer día, cuando Dios se dedicó a reunir las Aguas Saladas en un lugar —para dejar que apareciera la tierra seca—, protestaron: 'Cubrimos el mundo entero, y aun así carecemos de espacio suficiente. ¿Quieres limitarnos todavía más?' En vista de lo cual Dios mató a puntapiés a su caudillo el Océano. 


      Pasadas estas dificultades, Dios concedió un lugar separado a cada conjunto de aguas. Sin embargo, en el horizonte están separadas por no más que la anchura de tres dedos delgados. 

      A veces, el mar todavía amenaza a su barrera de arena. Un marinero veterano le dijo en una ocasión a Rabbá de Babilonia: 'La distancia entre una ola y su compañera puede ser de trescientas leguas; y cada una puede elevarse a una altura también de trescientas leguas. No hace mucho tiempo una ola levantó nuestro barco hasta tan cerca de una pequeña estrella que adquirió el tamaño de un campo en el que podrían crecer cuarenta medidas de semilla de mostaza. Si nos hubiéramos elevado todavía más el aliento de la estrella nos habría chamuscado. Y oímos que una ola le decía a su compañera: 'Hermana, ¿queda algo en el mundo que no hayas barrido ya? Si queda, deja que lo destruya'. Pero la otra ola respondió: 'Respeta el poder de nuestro Señor, hermana; no podemos cruzar la barrera de arena ni siquiera en la anchura de un hilo...'. 

      Dios prohibió también a Tehom, las aguas dulces subterráneas, que se elevasen, excepto poco a poco; y les impuso la obediencia poniendo sobre ellas un casco, en el que había grabado Su Nombre Inefable. Este sello sólo fue quitado una vez: cuando la humanidad pecó en la época de Noé. Inmediatamente Tehom se unió con las Aguas de Arriba y juntas inundaron la Tierra. 

      Desde entonces Tehom se ha mantenido siempre agazapada sumisamente en su profunda morada como un animal gigantesco, enviando manantiales a quienes los merecen y alimentando las raíces de los árboles. Aunque influye así en el destino del hombre, nadie puede visitar su morada. 

      Tehom entrega a la Tierra tres veces más agua que la lluvia. En la Fiesta de los Tabernáculos los sacerdotes del Templo derraman libaciones de vino y agua en el altar de Dios. Luego Ridya, un ángel que tiene la forma de un novillo de tres años con labios hendidos, ordena a Tehom: '¡Deja que broten tus manantiales!' y ordena a las Aguas de Arriba: '¡Dejad que caiga la lluvia!'





      Algunos dicen que una gema que llevaba el nombre del Mesías —y que flotaba impulsada por el viento hasta que fue construido el Altar del Sacrificio en el Monte Sión y luego se quedó allí— fue la primera cosa sólida que creó Dios. Otros dicen que fue la Primera Piedra en la que se apoyaba Su altar, y que, cuando Dios limitó las aguas de Tehom grabó Su Nombre de cuarenta y dos letras en su superficie, y no en un sello. Otros más dicen que arrojó la Roca en el agua profunda y formó tierra a su alrededor de una manera parecida a como un niño antes de nacer se desarrolla desde el ombligo hacia afuera; sigue siendo el ombligo del mundo hasta ahora.

      Posteriormente, cuando Adán se preguntó cómo había sido creada la Luz, Dios le dio dos piedras: la de la Oscuridad y la de la Sombra de la Muerte y él las frotó. De ellas salió el fuego. 'Así fue hecha', le dijo Dios."



Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai (eds.). (1986). Los mitos hebreos. Madrid: Alianza.  

      

   
   

domingo, 3 de marzo de 2013

Mitos hebreos: Cosmología mítica




      "Tan grande era la obra realizada en la Creación que un paseo de este a oeste a través de la Tierra le llevaría a un hombre quinientos años, si viviera para terminarlo; y un paseo de norte a sur le llevaría otros quinientos años. Estas distancias corresponden a las que hay desde la Tierra hasta el Primer Cielo, y desde el Primer Cielo hasta su cima. En lo que respecta a la Tierra misma, una tercera parte de su superficie está desierta, otra tercera parte la ocupa el mar, y la restante tercera parte es tierra habitable. 

      Algunos calculan que la anchura de la Tierra es de 6.000 parasangas, es decir 18.000 millas, en todas direcciones; y la altura del cielo de 1.000 parasangas, o sea 3.000 millas. Otros creen que la Tierra es todavía mayor. Dicen que Egipto mide 400 por 400 parasangas, o sea 1.200 por 1.200 millas; sin embargo, Egipto tiene una sexagésima parte del tamaño de Etiopía, Etiopía una sexagésima parte del tamaño de la superficie de la Tierra, la Tierra una sexagésima parte del tamaño de Edén y Edén una sexagésima parte del tamaño de la Gehena. En consecuencia, la Tierra es con respecto a la Gehena lo que una pequeña tapadera respecto a una olla inmensa. 

      Hacia el este del mundo habitable se halla el Jardín del Edén, morada de los justos. Hacia el oeste se hallan el Océano y sus islas; y detrás de ellos el Desierto, un territorio reseco por el que sólo se arrastran culebras y escorpiones. Hacia el norte se extienden Babilonia y Caldea, y detrás de ellas se hallan los almacenes del fuego del Infierno y los de la nieve, las piedras de granizo, la niebla, la escarcha, la oscuridad y los vientos fuertes. Allí viven los demonios, los espíritus dañinos, la hueste de Samael; allí también está la Gehena, donde son encerrados los malvados. Hacia el sur se hallan las Cámaras de Temán, almacenes de fuego, y la Caverna de Humo, de donde sale el torbellino caliente. 


      Según otros, el este es la región desde la que la luz y el calor se difunden por el mundo; el oeste contiene los depósitos de la nieve y el granizo y desde él soplan los vientos fríos; los rocíos y las lluvias beneficiosas provienen del sur; el norte engendra la oscuridad. 

      Dios sujetó el firmamento al borde de la Tierra en el este, el sur y el oeste, pero dejó suelta la parte del norte y anunció: 'Si alguien dijese: 'Yo soy Dios' dejadle que sujete también ese lado como prueba de su divinidad'. 

      Las siete Tierras, separadas unas de otras por intervalos de torbellino, se llaman en orden ascendente: Eres, Adama, Harabha, Siyya, Yabbasha, Arqa, Tebhel y Heled

      Arqa, la quinta Tierra, contiene la Gehena y sus siete estratos, cada uno con sus almacenes de oscuridad. El más alto de ellos es Sheol, y debajo de él hay otros que se llaman Perdición, El Foso Inferior, La Sentina, Silencio, Las Puertas de la Muerte y Las Puertas de la Sombra de la Muerte. El fuego de cada estrato es sesenta veces más violento que el inmediatamente inferior. Allí se castiga a los malvados y los ángeles los torturan. 


      Tebhel, la sexta Tierra, contiene colinas, montañas, valles y llanuras, habitados por no menos de trescientas sesenta y cinco clases de criaturas. Algunas tienen cabezas y cuerpos de bueyes, pero están dotadas con lenguaje humano; otras tienen cabezas gemelas, cuatro orejas y cuatro ojos, dos narices y bocas, cuatro manos y cuatro piernas, pero sólo un tronco. Cuando están sentadas parecen dos personas, pero cuando caminan parecen una. Cuando comen y beben las cabezas gemelas discuten y se acusan mutuamente de tomar más que la parte que les corresponde; sin embargo, se los considera seres justos. 

      Heled, nuestra propia Tierra, no necesita descripción.

      Varían las opiniones acerca de si hay dos, tres, siete o diez Cielos, pero sin duda su número coincide con el de las Siete Tierras. El Firmamento cubre a la Tierra como una tapa en forma de cúpula, sus bordes tocan al océano circundante. Los ganchos del Cielo están sumergidos en esas aguas. 

      En una ocasión un árabe llevó a Rabba bar Bar-Hana al borde mismo de la Tierra, donde está sujeto el Firmamento. Rabba llevó una canasta llena de pan y, como era la hora de la plegaria, la dejó en el reborde de la ventana celestial. Luego buscó en vano la canasta y preguntó: '¿Quién me ha robado el pan?' El árabe respondió: 'No lo ha hecho hombre alguno, pero la rueda del Firmamento ha girado mientras tú orabas. Espera hasta mañana y volverás a comer pan.'



      Algunos describen a la Tierra como una sala abierta únicamente en el norte, porque una vez que el Sol, moviéndose de este a oeste, llega al rincón noroeste, se vuelve y va hacia arriba y hacia atrás, esta vez detrás de la cúpula del firmamento. Y como el firmamento es opaco, el viaje de regreso del Sol causa que se haga la noche en la Tierra. Pero cuando llega al este pasa otra vez bajo la cúpula del firmamento y brilla para toda la humanidad. 

      Rabbí Shimon ben Laqish llama a los siete cielos del siguiente modo: Wilon, Raqi'a, Shehaqim, Zebhul, Ma'on, Makhon y 'Arabhoth. Todos están fijos y abovedados sobre la Tierra, uno sobre otro, como los pellejos de una cebolla; con la única excepción de Wilon, el inferior, que resguarda a la Tierra más alta del calor. En consecuencia, al amanecer Wilon se extiende por el firmamento, pero a la puesta del Sol se enrolla para permitir que la Luna y las estrellas brillen desde Raqi'a, el segundo Cielo.

      En Shehaqim, un par de piedras de molino muelen maná para los justos; en Zebhul se hallan la Jerusalén Celestial, el Templo y el altar en el que el arcángel Miguel ofrece sacrificios; en Ma'on multitud de ángeles oficiantes cantan himnos a la misericordia de Dios durante toda la noche, pero al amanecer guardan silencio, para permitir que Él oiga las alabanzas que desde abajo le canta Israel; Makhon contiene almacenes de nieve y granizo, depósitos de rocío y de lluvia, cámaras de tormentas y cavernas de niebla; en 'Arabhoth habitan la Justicia, la Ley y la Caridad, los tesoros de la Vida, la Paz y la Bendición, las almas de los justos, las almas de los que no han nacido todavía, el rocío con que Dios resucitará a los muertos, el carro que vio Ezequiel en una visión, los ángeles oficiantes y el Trono Divino. 


      Según una opinión muy diferente, el Cielo inferior contiene las nubes, los vientos, el aire, las Aguas de Arriba, los doscientos ángeles designados para vigilar las estrellas y almacenes de nieve, hielo y rocío con sus ángeles guardianes. 

        En el Segundo Cielo reina la oscuridad completa sobre los pecadores encadenados que esperan el Juicio Final.

      En el Tercer Cielo se halla el Jardín de Edén, lleno de árboles frutales maravillosos, incluyendo el Árbol de la Vida bajo el cual descansa Dios siempre que va allí de visita. Dos ríos salen de Edén: uno fluye con leche y miel, el otro con vino y aceite; se dividen en cuatro brazos, descienden y rodean la Tierra. Trescientos ángeles de Luz, que incesantemente cantan alabanzas a Dios, vigilan el Jardín, que es el Cielo en el que se recibe a las almas justas después de la muerte. Al norte de Edén se extiende la Gehena, donde arden perpetuamente en rescoldo fuegos siniestros y un río de llamas corre por un terreno de frío cortante y hielo; allí sufren torturas los malvados. 




      En el Cuatro Cielo hay carros en los que viajan el Sol y la Luna, y también grandes estrellas, cada una con un séquito de un millar de estrellas menores que acompañan al Sol en su circuito: cuatro a la derecha y otras cuatro a la izquierda. De los dos vientos que arrastran esos carros, uno tiene la forma de un fénix, y el otro de una serpiente de bronce; aunque, de hecho, sus rostros se parecen al de un león y sus partes inferiores a las de Leviatán. Cada viento tiene doce alas. Al este y el oeste de este Cielo se hallan las puertas por las que pasan los carros a las horas señaladas. 

      El Quinto Cielo aloja a los gigantescos ángeles Caídos, que permanecen agazapados en silencio y en una desesperación eterna. 

      En el Sexto Cielo viven siete Fénix, siete Querubines que cantan alabanzas al Señor incesantemente y multitudes de ángeles radiantes absortos en el estudio astrológico; junto a otros ángeles que vigilan las horas, los años, los ríos, los mares, las cosechas, los pastos y la humanidad, registrando, para llamar la atención de Dios sobre ellas, todas las cosas inusitadas que observan. 

      El Séptimo Cielo, de luz inefable, contiene a los Arcángeles, Querubines y Serafines, así como las ruedas divinas; allí Dios mismo ocupa Su Divino Trono, y todos cantan Su alabanza. 

      Estos siete Cielos y siete Tierras no pueden desprenderse y caer en el Vacío de abajo gracias a los inmensos garfios que sujetan el borden de cada cielo y lo unen al borde de la tierra correspondiente. Sin embargo, la Tierra más alta está enganchada al borde del Segundo Cielo (no del Primero, que no es más que un gran velo plegadizo); la Segunda Tierra está sujeta al Tercer Cielo, y así sucesivamente. Además, cada cielo está sujeto igualmente al cielo vecino suyo. Toda la estructura se parece, por consiguiente, a una torre de catorce pisos, el piso superior de la cual, 'Arabhoth, cuelga del brazo de Dios, aunque algunos dicen que Dios sostiene los Cielos con su mano derecha y las Tierras con la izquierda. 

      Cada día Dios monta en un querubín y visita todos esos mundos, en los que recibe homenaje y adoración. En el viaje de regreso cabalga en las alas del Viento. 



Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai. (1986). Los mitos hebreos. Madrid: Alianza.