domingo, 3 de marzo de 2013

Mitos hebreos: Cosmología mítica




      "Tan grande era la obra realizada en la Creación que un paseo de este a oeste a través de la Tierra le llevaría a un hombre quinientos años, si viviera para terminarlo; y un paseo de norte a sur le llevaría otros quinientos años. Estas distancias corresponden a las que hay desde la Tierra hasta el Primer Cielo, y desde el Primer Cielo hasta su cima. En lo que respecta a la Tierra misma, una tercera parte de su superficie está desierta, otra tercera parte la ocupa el mar, y la restante tercera parte es tierra habitable. 

      Algunos calculan que la anchura de la Tierra es de 6.000 parasangas, es decir 18.000 millas, en todas direcciones; y la altura del cielo de 1.000 parasangas, o sea 3.000 millas. Otros creen que la Tierra es todavía mayor. Dicen que Egipto mide 400 por 400 parasangas, o sea 1.200 por 1.200 millas; sin embargo, Egipto tiene una sexagésima parte del tamaño de Etiopía, Etiopía una sexagésima parte del tamaño de la superficie de la Tierra, la Tierra una sexagésima parte del tamaño de Edén y Edén una sexagésima parte del tamaño de la Gehena. En consecuencia, la Tierra es con respecto a la Gehena lo que una pequeña tapadera respecto a una olla inmensa. 

      Hacia el este del mundo habitable se halla el Jardín del Edén, morada de los justos. Hacia el oeste se hallan el Océano y sus islas; y detrás de ellos el Desierto, un territorio reseco por el que sólo se arrastran culebras y escorpiones. Hacia el norte se extienden Babilonia y Caldea, y detrás de ellas se hallan los almacenes del fuego del Infierno y los de la nieve, las piedras de granizo, la niebla, la escarcha, la oscuridad y los vientos fuertes. Allí viven los demonios, los espíritus dañinos, la hueste de Samael; allí también está la Gehena, donde son encerrados los malvados. Hacia el sur se hallan las Cámaras de Temán, almacenes de fuego, y la Caverna de Humo, de donde sale el torbellino caliente. 


      Según otros, el este es la región desde la que la luz y el calor se difunden por el mundo; el oeste contiene los depósitos de la nieve y el granizo y desde él soplan los vientos fríos; los rocíos y las lluvias beneficiosas provienen del sur; el norte engendra la oscuridad. 

      Dios sujetó el firmamento al borde de la Tierra en el este, el sur y el oeste, pero dejó suelta la parte del norte y anunció: 'Si alguien dijese: 'Yo soy Dios' dejadle que sujete también ese lado como prueba de su divinidad'. 

      Las siete Tierras, separadas unas de otras por intervalos de torbellino, se llaman en orden ascendente: Eres, Adama, Harabha, Siyya, Yabbasha, Arqa, Tebhel y Heled

      Arqa, la quinta Tierra, contiene la Gehena y sus siete estratos, cada uno con sus almacenes de oscuridad. El más alto de ellos es Sheol, y debajo de él hay otros que se llaman Perdición, El Foso Inferior, La Sentina, Silencio, Las Puertas de la Muerte y Las Puertas de la Sombra de la Muerte. El fuego de cada estrato es sesenta veces más violento que el inmediatamente inferior. Allí se castiga a los malvados y los ángeles los torturan. 


      Tebhel, la sexta Tierra, contiene colinas, montañas, valles y llanuras, habitados por no menos de trescientas sesenta y cinco clases de criaturas. Algunas tienen cabezas y cuerpos de bueyes, pero están dotadas con lenguaje humano; otras tienen cabezas gemelas, cuatro orejas y cuatro ojos, dos narices y bocas, cuatro manos y cuatro piernas, pero sólo un tronco. Cuando están sentadas parecen dos personas, pero cuando caminan parecen una. Cuando comen y beben las cabezas gemelas discuten y se acusan mutuamente de tomar más que la parte que les corresponde; sin embargo, se los considera seres justos. 

      Heled, nuestra propia Tierra, no necesita descripción.

      Varían las opiniones acerca de si hay dos, tres, siete o diez Cielos, pero sin duda su número coincide con el de las Siete Tierras. El Firmamento cubre a la Tierra como una tapa en forma de cúpula, sus bordes tocan al océano circundante. Los ganchos del Cielo están sumergidos en esas aguas. 

      En una ocasión un árabe llevó a Rabba bar Bar-Hana al borde mismo de la Tierra, donde está sujeto el Firmamento. Rabba llevó una canasta llena de pan y, como era la hora de la plegaria, la dejó en el reborde de la ventana celestial. Luego buscó en vano la canasta y preguntó: '¿Quién me ha robado el pan?' El árabe respondió: 'No lo ha hecho hombre alguno, pero la rueda del Firmamento ha girado mientras tú orabas. Espera hasta mañana y volverás a comer pan.'



      Algunos describen a la Tierra como una sala abierta únicamente en el norte, porque una vez que el Sol, moviéndose de este a oeste, llega al rincón noroeste, se vuelve y va hacia arriba y hacia atrás, esta vez detrás de la cúpula del firmamento. Y como el firmamento es opaco, el viaje de regreso del Sol causa que se haga la noche en la Tierra. Pero cuando llega al este pasa otra vez bajo la cúpula del firmamento y brilla para toda la humanidad. 

      Rabbí Shimon ben Laqish llama a los siete cielos del siguiente modo: Wilon, Raqi'a, Shehaqim, Zebhul, Ma'on, Makhon y 'Arabhoth. Todos están fijos y abovedados sobre la Tierra, uno sobre otro, como los pellejos de una cebolla; con la única excepción de Wilon, el inferior, que resguarda a la Tierra más alta del calor. En consecuencia, al amanecer Wilon se extiende por el firmamento, pero a la puesta del Sol se enrolla para permitir que la Luna y las estrellas brillen desde Raqi'a, el segundo Cielo.

      En Shehaqim, un par de piedras de molino muelen maná para los justos; en Zebhul se hallan la Jerusalén Celestial, el Templo y el altar en el que el arcángel Miguel ofrece sacrificios; en Ma'on multitud de ángeles oficiantes cantan himnos a la misericordia de Dios durante toda la noche, pero al amanecer guardan silencio, para permitir que Él oiga las alabanzas que desde abajo le canta Israel; Makhon contiene almacenes de nieve y granizo, depósitos de rocío y de lluvia, cámaras de tormentas y cavernas de niebla; en 'Arabhoth habitan la Justicia, la Ley y la Caridad, los tesoros de la Vida, la Paz y la Bendición, las almas de los justos, las almas de los que no han nacido todavía, el rocío con que Dios resucitará a los muertos, el carro que vio Ezequiel en una visión, los ángeles oficiantes y el Trono Divino. 


      Según una opinión muy diferente, el Cielo inferior contiene las nubes, los vientos, el aire, las Aguas de Arriba, los doscientos ángeles designados para vigilar las estrellas y almacenes de nieve, hielo y rocío con sus ángeles guardianes. 

        En el Segundo Cielo reina la oscuridad completa sobre los pecadores encadenados que esperan el Juicio Final.

      En el Tercer Cielo se halla el Jardín de Edén, lleno de árboles frutales maravillosos, incluyendo el Árbol de la Vida bajo el cual descansa Dios siempre que va allí de visita. Dos ríos salen de Edén: uno fluye con leche y miel, el otro con vino y aceite; se dividen en cuatro brazos, descienden y rodean la Tierra. Trescientos ángeles de Luz, que incesantemente cantan alabanzas a Dios, vigilan el Jardín, que es el Cielo en el que se recibe a las almas justas después de la muerte. Al norte de Edén se extiende la Gehena, donde arden perpetuamente en rescoldo fuegos siniestros y un río de llamas corre por un terreno de frío cortante y hielo; allí sufren torturas los malvados. 




      En el Cuatro Cielo hay carros en los que viajan el Sol y la Luna, y también grandes estrellas, cada una con un séquito de un millar de estrellas menores que acompañan al Sol en su circuito: cuatro a la derecha y otras cuatro a la izquierda. De los dos vientos que arrastran esos carros, uno tiene la forma de un fénix, y el otro de una serpiente de bronce; aunque, de hecho, sus rostros se parecen al de un león y sus partes inferiores a las de Leviatán. Cada viento tiene doce alas. Al este y el oeste de este Cielo se hallan las puertas por las que pasan los carros a las horas señaladas. 

      El Quinto Cielo aloja a los gigantescos ángeles Caídos, que permanecen agazapados en silencio y en una desesperación eterna. 

      En el Sexto Cielo viven siete Fénix, siete Querubines que cantan alabanzas al Señor incesantemente y multitudes de ángeles radiantes absortos en el estudio astrológico; junto a otros ángeles que vigilan las horas, los años, los ríos, los mares, las cosechas, los pastos y la humanidad, registrando, para llamar la atención de Dios sobre ellas, todas las cosas inusitadas que observan. 

      El Séptimo Cielo, de luz inefable, contiene a los Arcángeles, Querubines y Serafines, así como las ruedas divinas; allí Dios mismo ocupa Su Divino Trono, y todos cantan Su alabanza. 

      Estos siete Cielos y siete Tierras no pueden desprenderse y caer en el Vacío de abajo gracias a los inmensos garfios que sujetan el borden de cada cielo y lo unen al borde de la tierra correspondiente. Sin embargo, la Tierra más alta está enganchada al borde del Segundo Cielo (no del Primero, que no es más que un gran velo plegadizo); la Segunda Tierra está sujeta al Tercer Cielo, y así sucesivamente. Además, cada cielo está sujeto igualmente al cielo vecino suyo. Toda la estructura se parece, por consiguiente, a una torre de catorce pisos, el piso superior de la cual, 'Arabhoth, cuelga del brazo de Dios, aunque algunos dicen que Dios sostiene los Cielos con su mano derecha y las Tierras con la izquierda. 

      Cada día Dios monta en un querubín y visita todos esos mundos, en los que recibe homenaje y adoración. En el viaje de regreso cabalga en las alas del Viento. 



Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai. (1986). Los mitos hebreos. Madrid: Alianza. 
       


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bueno poder recibir estas referencias de la mano de un investigador serio y casado con el conocimiento. Gracias Alejandro :)

Luis M.

Alejandro Useche dijo...

Gracias por tu retroalimentación. Me contenta que estas referencias te sean útiles. Poco a poco seguiré publicando entradas de Mitología Hebrea. Saludos, Luis.