"El cielo se nubla, las estrellas se oscurecen,
los Arcos se agitan, los huesos de los Akeru se estremecen,
cesan los movimientos cuando ellos ven a Unas que surge poderoso,
como un dios que vive de sus padres, que se nutre de sus madres.
Unas es el señor de la astucia, de quien su madre ignora el nombre;
la dignidad de Unas está en el cielo, su vigor está en el horizonte,
como [el de] su padre Atum que lo engendró.
Después que lo hubo engendrado, aquél fue más vigoroso que él.
Los kau de Unas están detrás de él, sus hemsut están ante él,
sus dioses están sobre él, sus uraei están sobre su frente;
la serpiente-guía de Unas está ante él,
la que vigila el alma, la que es de llama eficaz.
El cuello de Unas está firme sobre su busto.
Unas es el toro celeste, sobresaliente, que vive de la esencia de todos los dioses,
que comió sus entrañas cuando aquéllos vinieron
-- llenos sus vientes de magia--
de la Isla de la Llama.
Unas es uno que está provisto, que ha incorporado sus espíritus;
Unas aparece como aquel Grande, señor de Aquellos que ejercen sus funciones.
El está sentado con la espalda [vuelta] a Geb,
Unas es Aquél que es juzgado con Aquél cuyo nombre está oculto
en el día en que es degollado el Primogénito.
Unas es un Señor de las ofrendas, que anuda la soga;
Unas come hombres y vive de los dioses,
él es Señor de los mensajeros, el que distribuye mensajes.
Es el Aferra-vértices que está en Kehau, el que captura para Unas,
es la [serpiente] de cabeza brillante que se los vigila y los castiga,
es Aquél que está en la rojez quien se los encadena,
es Khonsu, aquél que mata a los señores, quien los degüella para Unas
y extrae para él lo que hay en sus cuerpos.
El Mensajero es aquél a quien él envía para castigar.
Es Shesmu quien hace los pedazos para Unas
y cuece comida con ellos en sus fogones de la noche.
Unas es quien como sus magias y engulle sus espíritus:
sus grandes son para él su comida matutina,
sus medianos son para él su comida del atardecer,
sus pequeños son para él su comida nocturna;
sus viejos y sus viejas son para él su fumigación.
Los aaty, septentrionales del cielo, son quienes le encienden las marmitas
que contienen las piernas de sus primogénitos.
Los que circulan por el cielo sirven a Unas,
cuando se forman para él los hornos con las piernas de sus mujeres.
El ha recorrido los dos cielos en su totalidad,
él ha pasado por las Dos Riveras.
Unas es el gran Cetro que tiene podería sobre los poderosos,
Unas es el halcón que vuela entre los halcones, el Grande.
A quien él encentra en su camino, él se lo come pedazo a pedazo.
La importancia de Unas está por delante de la de todos los nobles que están en el horizonte.
Unas es un dios, el más anciano de los más ancianos.
Le sirven los millares, le hacen oferta las centenas,
le ha sido donado el pergamino de Gran Cetro de Orión, el padre de los dioses.
Unas renueva su aparición en el cielo, coronado como Señor del horizonte,
él ha contado las vértebras,
él ha cogido el corazón de los dioses,
él ha engullido la Roja, ha engullido la Verde.
Unas se nutre de pulmones, de los que son sabios,
y está contento con vivir de corazones, así como de sus magias.
Él tiene náuseas cuando chupa los escupitajos de los que están en la Roja,
pero se alegra cuando sus magias están en su cuerpo.
Las dignidades de Unas no se escapan de él,
después que ha engullido el saber de todos los dioses.
La duración de vida de Unas es la Eternidad,
su término es la perpetuidad
en ésta su dignidad de 'Aquél que hace si ama, que no hace si detesta',
que se halla en el límite del horizonte, eternamente.
¡Mira! Su alma está en el cuerpo de Unas,
sus espíritus están junto a Unas,
su abundancia de manjares es mayor que la de los dioses.
Unas se reanima con sus huesos.
¡Mira! Su alma pertenece a Unas,
sus sombras se han alejado de aquellos a quienes pertenecían.
Unas es aquél que surge, que surge,
que está oculto, que está oculto.
A los facinerosos no se les dará la posibilidad
de abatir el lugar del corazón de Unas entre los vivos en esta tierra,
para siempre, eternamente."
Tomado de: Lara Peinado, Federico (ed.). (1991). El Egipto faraónico. Madrid: Istmo.
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