"Canción que está en la tumba del Rey Antef, el justificado, colocada delante del arpista.
Este buen príncipe es un hombre feliz,
un dichoso destino ha terminado ahora.
Una generación pasa,
otras permanecen,
desde el tiempo de los ancestros.
Los dioses que antes existieron descansan en sus pirámides,
nobles bendecidos también son enterrados en sus tumbas.
[Sin embargo], aquéllos que construyeron tumbas
y de quienes sus lugares han desaparecido,
¿qué ha sido de ellos?
He oído las palabras de Imhotep y de Horjedef,
cuyas sentencias son recitadas por todas partes,
¿qué hay de sus lugares?
Sus muros se han desmoronado,
sus lugares han desaparecido,
como si nunca hubieran existido.
Nadie viene de allí
para hablarnos acerca de su estado,
para hablarnos acerca de sus necesidades,
para calmar nuestros corazones,
Por tanto, alegra tu corazón.
El olvido te beneficiará,
sigue a tu corazón mientras vivas.
Pon mirra en tu cabeza,
vístete con lino fino,
úngete con aceites propios de un dios.
Aumenta tus alegrías,
que tu corazón no se entristezca.
Sigue tu corazón y tu felicidad.
Haz tus cosas en la tierra como manda tu corazón
hasta que llegue a ti ese día de llanto.
El de Corazón Enfadoso no oye sus lamentos.
Los lloriqueos no salvan a nadie de la tumba.
Pensad:
Pasa un día feliz,
no te aburras de ello.
Mira, a nadie se le permite llevarse sus bienes consigo.
Mira, nadie que parte regresa de nuevo."
Tomado de: Lara Peinado, Federico (ed.). (1991). El Egipto faraónico. Madrid: Istmo.
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