Durante el período Satya Yuga, Vishnú tomó la forma de tortuga bajo el nombre de Kûrmavâtâra (kûrma = tortuga).
Hubo un tiempo en que los dioses y los demonios vivían como héroes afortunados, pero un pensamiento surgió en la mente de estos seres magnánimos: ¿Cómo llegar a ser inmortales, exentos de vejez y enfermedades? Y con esta cuestión recurrieron a Vishnú, que les recomendó hacer la paz entre ellos y unir sus esfuerzos a fin de obtener el soma o bebida de la inmortalidad que se hallaba en las profundidades del mar.
Los devas y los asuras se prepararon para batir el mar (de leche) y así conseguir que emergiera a la superficie todo lo que de sólido hubiese en el fono, entre ello, el soma. Como piedra de molino utilizaron el monte Mandara al que arrollaron la serpiente Vâsukî a modo de cuerda para accionarlo y los devas desde una orilla y los asuras desde la otra comenzaron la ingente labor. Tras mil años de trabajos la serpiente Vâsukî se mareó y vomitó un veneno terrible que fue recogido por Shiva para evitar que el mundo se contaminara.
Pero los males aún no habían concluido y, poco después, el monte Mandara falló sobre su base hundiéndose en los Pâtâlas y nuevamente los dioses se dirigieron al divino Vishnú en busca de ayuda. Y él mismo tomó la forma de una tortuga y levantó sobre su inmenso caparazón el monte Mandara al cual sostuvo durante otros mil años, al cabo de los cuales apareció el dios de la medicina, Dhanvantari, llevando un vaso conteniendo el soma.
A continuación aparecieron sucesivamente un conjunto de productos maravillosos como Airâvata, elefante al que Indra tomó como su cabalgadura; las apsarâs, bellas y seductoras; Varunîm a ka que desposó el dios Varuna; Uchchaihshravâ, el mejor de los caballos, semejante a Pegaso; el rubí Kaustubha; Kâmadhenu, la vaca de la abundancia; el parijata, un árbol que desprendía un aroma inolvidable; y por fin, refulgente, apareció Lakshmî, la diosa de la belleza y del amor a la que desposaría el propio Vishnú.
Al ver la copa del soma, los asuras se apoderaron de ella a toda prisa y al ver que los demonios pensaban huir, los dioses pusieron ante ellos a la hermosísima Mâyâ (Ilusión) cautivando de tal modo a los asuras que abandonaron el soma para admirar a la diosa. Al ver que los seres demoniacos abandonaban su precioso botín, fueron los nâgas (serpientes) quienes trataron de poseerlo, pero lo impidió el halcón-águila Garuda, que lo transportó a la Luna.
Esta leyenda está desarrollada en el Vishnu Purâna y en el Kûrma Purana, además de estar mencionada en otros libros de la serie y el Râmâyana dedica un capítulo a describirla.
La tradición mítica de la bebida de la inmortalidad es común a la mayoría de las culturas, pues el hombre presentía que la diferencia entre el ser humano y la divinidad debía de ser subsanable de alguna manera y atribuía a un manjar mágico las propiedades que conducían a la inmortalidad. Los pueblos indoarios del Asia Central ya veneraban a Hom, como divinidad de la ambrosía, que derivó en el haoma (licor de la inmortalidad). Luego, cuando el tronco se dividió en dos ramas, los indoarios lo llamaron soma si se trataba de un líquido o amrita si se refería a un néctar sólido."
Tomado de: Susana Ávila. (1999). Mitología de la India. Mítica y mística. Madrid: Miraguano.
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