"El sexto avatar de Vishnú, situado en la segunda edad de la Tierra, el Treta Yuga, vino a insertarse en la velada guerra sobre la supremacía que mantuvieron los brahmanes y los kshatriyas. La tradición legendaria no podía sustraerse a la cuestión social que conducía a la pérdida de poder de la clase real y a la acumulación de privilegios por parte de los sacerdotes, por ello el propio Vishnú tomó la figura del sacerdote-guerrero Parashurâma.
La leyenda sobre su nacimiento, incluida en el Vishnu Purâna, ya apunta la confrontación futura. El sabio Rîchika contrajo matrimonio con una bella princesa y para favorecer el nacimiento de un hijo, Rîchika preparó un plato de arroz y cebada, mezclándolo con mantequilla y leche para que se lo tomara su esposa y, a petición de ella, consagró una mezcla similar para su madre, esperando que, con la participación de ésta en la ceremonia, pudiera dar a luz a un príncipe de marcial valentía. Rîchika dejó los dos platos a su esposa indicándole cuál era para ella y cuál para su madre y salió a realizar sus penitencias. Cuando llegó el momento de tomar la comida la madre dijo a la princesa:
- Hija mía, todas las madres desean que sus hijos posean cualidades excelentes y se sentirían mortificadas viéndoles sobrepasados por los méritos de su hermano. Dame la ración que te ha asignado tu marido y tú cómete la mía. El hijo que se supone me va a dar a mí esá destinado a ser el monarca de todo el mundo; mientras que el que te dará tu plato será un brahmán, exento de opulencia, valor y poder.
La princesa consintió en la propuesta e intercambió las raciones. Pero al regresar Rîchika, dándose cuenta de lo ocurrido, montó en cólera y dijo a su esposa:
-¡Mujer pecadora! ¿Qué has hecho? Veo el terrible aspecto de tu cuerpo. Has tomado la comida sagrada que preparé para tu madre; has obrado mal. En esa comida he infundido las propiedades del poder, fuerza y heroísmo; en la tuya las cualidades apropiadas para un brahmán: gentileza, conocimiento y resignación. A consecuencia de haber invertido los platos, tu hijo tendrá propensiones guerreras, usará armas, luchará y matará. El hijo de tu madre será sabio, pacífico y piadoso.
La princesa al oír estas palabras suplicó a su esposo que no se cumpliera la sentencia, pero aquello que se ha realizado no se puede deshacer y lo único que consiguió en su favor fue postergar la sentencia en la figura de su nieto en lugar de su hijo. Como consecuencia de ello, la princesa dio a luz a un hijo al que puso por nombre Jamadagni, joven sabio, prudente y piadoso, quien, en su debido momento, tomó por esposa a Renukâ. Esta matrimonio se retiró a vivir en un bosque, donde tuvieron cinco hijos, el último de los cuales fue Parashurâma.
Renukâ fue una mujer ejemplar, estricta en el cumplimiento de sus deberes y cuyo grado de pureza le permitía recoger el agua del río sin necesidad de vasijas. Pero en una ocasión, cuando estaba ocupada en esta tarea, vio reflejarse en el agua el bello rostro del príncipe Chitraratha de Mrittikavati y por un momento le deseó. Manchada por este pensamiento regresó a su casa portando el agua en un cántaro. Al verla, su esposo comprendió que su corazón había dejado de ser puro y, llevado por la rabia, pidió a sus hijos que la mataran. Los cuatro mayores se sintieron incapaces de hacerlo y fueron malditos por su padre, pero Parashurâma tomó su hacha y la decapitó. La ira de Jamadagni se apaciguó y satisfecho con el comportamiento de su hijo le prometió cualquier deseo que tuviera. Parashurâma pidió devolver la vida a su madre, que no tuvieran efecto las maldiciones lanzadas contra sus hermanos y para él quiso larga vida y ser invicto en el combate.
Renukâ fue una mujer ejemplar, estricta en el cumplimiento de sus deberes y cuyo grado de pureza le permitía recoger el agua del río sin necesidad de vasijas. Pero en una ocasión, cuando estaba ocupada en esta tarea, vio reflejarse en el agua el bello rostro del príncipe Chitraratha de Mrittikavati y por un momento le deseó. Manchada por este pensamiento regresó a su casa portando el agua en un cántaro. Al verla, su esposo comprendió que su corazón había dejado de ser puro y, llevado por la rabia, pidió a sus hijos que la mataran. Los cuatro mayores se sintieron incapaces de hacerlo y fueron malditos por su padre, pero Parashurâma tomó su hacha y la decapitó. La ira de Jamadagni se apaciguó y satisfecho con el comportamiento de su hijo le prometió cualquier deseo que tuviera. Parashurâma pidió devolver la vida a su madre, que no tuvieran efecto las maldiciones lanzadas contra sus hermanos y para él quiso larga vida y ser invicto en el combate.
En una ocasión, durante la ausencia de Jamadagni, el poderoso monarca Karttavîrya atentó contra la morada del santo, robando el ternero de la vaca que utilizaba para las oblaciones sagradas y taló los árboles que daban sombra a su choza. Enterado Parashurâma de los desmanes cometidos, tomó su arcó, atacó a Karttavîrya y le venció en singular combate. Los hijos de Karttavîrya, furiosos, dieron muerte a Jamadagni, aprovechando la ausencia de su valiente hijo. Parashurâma juró odio eterno a los kshatriyas, tomó las armas y derramó la sangre de los hijos de Karttavîrya y, tras ellos, la de toda la casta kshatriya, hasta llenar los cinco extensos lagos de Sâmanta. En varias ocasiones tuvo que limpiar la tierra, ya que siempre quedaba oculto algún niño kshatriya que, con el tiempo, se convertiría en enemigo. Su trabajo terminó cuando no quedando sobre la faz de [la] tierra ningún varón kshatriya, sus viudas se vieron en la necesidad de unirse a brahmanes para tener descendencia.
La figura de Parashurâma fue el resultado de una controversia social y, por ello su comportamiento es ambiguo y su moral aparece muy mal definida. Frente a las heroicidades anteriores de Vishnú, en las que el Bien se impuso sobre el Mal, aquí es el afán de venganza el que motiva una acción, por lo demás, reprobable. Caso con Dharanî, que no es sino una encarnación de su compañera Lakshmî. Su biografía aparece salpicada de anécdotas que no optan ni siquiera al calificativo de leyendas, en las que intervienen otras divinidades, como haciéndole un hueco en su panteón. Se dice que, por concesión de Varuna, le prometieron todos aquellos campos que pudiese alcanzar con una flecha disparada por él, pero Yama encargó a una hormiga blanca roer la cuerda de su arco y así el territorio quedó reducido a la costa Malabar, en donde Parashurâma se retiró a hacer penitencia arrepentido de sus matanzas en la guerra.
Las hazañas de este personaje están relatadas en el Mahabharata, aunque también son mencionadas en algunos Purânas como el Bhagavata, el Padma o el Agni."
Tomado de: Susana Ávila. (1999). Mitología de la India. Mítica y mística. Madrid: Miraguano.
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