El ba es el elemento del ser humano erróneamente llamado o traducido como 'alma', que se desarrolla a lo largo de la vida, se nutre de la experiencia, acumula todos los actos de la persona, incluidos los pecados, y surge después de la muerte como elemento activo y complemento del ka, principio de la vida y germen de la personalidad, con el que se fusiona para dar lugar al Aj, manifestación espiritual del ser humano, en el momento de ascender al cielo junto a Ra. Junto con el ka, el cuerpo físico, la sombra y el nombre da existencia al individuo. Algunos autores consideran, sin embargo, que los elementos del ser humano son nueve, y añaden el corazón, la magia, la energía sejem y una complicada forma de la eternidad que define los límites de la propia psique.
Desde el Imperio Nuevo se considera que el ba contiene el comportamiento de la persona, es decir, su personalidad, y todos sus actos de vida, y por tanto ha de ser juzgado en el Mundo Subterráneo. Llega al inframundo con todos los pecados comentidos en vida y debe librarse de todas las manchas, la primera de las cuales es el nacimiento, que le permite entrar en contacto con la materia, fuente de los peores instintos.
En los jeroglíficos que aparecen en las tumbas se representa como un pájaro, que puede ser un ave pequeña, un halcón o una cigüeña con cabeza de hombre que lucha por librarse de las manchas terrenales. En algunos casos, debe luchar contra la tierra, simbolizada por una serpiente, y ascender una montaña para llegar al cielo, o subir por una escalera hecha con los rayos del sol. Para recuperar su pureza debe hundirse en el agua primordial que aparece en el límite del mundo subterráneo. En todo caso, deberá comparecer ante un tribunal en el que pueden estar presentes la diosa Tefnut; Maat, la justicia, y el fiscal Shu, dios del aire, que pasará el alma (en particular su corazón o leb) y le obligará a hacer un examen de conciencia, en una versión tardía de la pesada del corazón en la Sala de las Dos Verdades. Precisamente, la dificultad para definir los elementos del ser humano viene de su evolución a lo largo de los siglos. Si pierde, el alma será destrozada por el monstruo de la materia, como Ammut devoraba el corazón. Si gana, será admitida por Nut en el cielo, donde vivirá eternamente, unida a su ka, convertida en una estrella.
Versiones más sobrias nos muestran al ba como una fuerza que sólo aparece después de la muerte y que goza del don de la movilidad, contrariamente al ka, que permanece fuertemente ligado al cuerpo físico. Precisamente, una de las funciones del ba sería acercarse a las mesas de las ofrendas donde están situados los alimentos, y llevarlos hasta el ka, que los necesita para seguir existiendo.
En el momento de la muerte, el ba tiene libertad para ir adonde quiera. Viaja durante el día al cielo, y por la noche vuelve al cuerpo para descansar. Sale de la tumba a través de la llamada 'Estela de la falsa puerta' y visita la tierra donde ha vivido el difunto. Pero a pesar de su independencia, necesita del cuerpo del difunto, y por eso debe volver a él.
Como sucede con el ka, dioses, tumbas, pirámides y animales divinos tienen su propio ba. En la ciudad de Heliópolis, el ave fénix, Benu, era llamada 'ba de Ra'; en Menfis, el toro Apis era considerado la manifestación del 'ba de Ptah u Osiris'; y Osiris era considerado el 'ba de Ra'. Asimismo, los cuatro hijos de Horus era considerados los bas del dios halcón. En algunas ilustraciones, el halcón ba viaja con la barca solar o saludando al Sol, y en el Libro de los muertos aparece remolcando la barca durante su travesía nocturna (cf. Lambert, 2004).
Para Isabelle Franco, el ba suele representarse como un ave con cabeza humana y es uno de los componentes de la parte espiritual de los hombres y de los dioses. El término en sí se escribe indistintamente con el signo del ibis o con el del carnero. Representa la energía de desplazamiento, de comunicación y de transformación inherentea cada individuo. Permite establecer un vínculo entre el mundo invisible en el que evolucionan fuerzas divinas y difuntos, y el universo sensible. Los muertos pueden precisamente, gracias a su ba, desplazare en la tumba pero también fuera de ella y es gracias a su ba cómo una divinidad puede habitar la imagen en que se le rinde culto (cf. Franco, 2000).
Manfred Lurker señala que Horapolo tradujo la palabra ba por 'psique', pero que, sin embargo, dicho vocablo griego tenía muy poco que ver con la concepción clásica del alma. Comenta que en los textos religiosos más antiguos, algunos dioses anónimos eran simplemente descritos como bas, y que luego la palabra empezó a usarse como sinónimo de la manifestación de un dios. Pero aclara que también hay casos en que un dios era la manifestación de otro, por ejemplo, cuando se llamaba a Osiris el ba de Ra. Con respecto al faraón, el término ba se refería a su poder autoritario y, en última instancia, divino. A fines del Imperio Antiguo, el término ba (o bai) se aplicaba a todos los individuos; se convirtió entonces en portador de poderes imperecederos. (cf. Lurker, 1991).
Siguiendo a James P. Allen, en algunos aspectos el ba fue entendido, al parecer, desde el punto de vista de un observador más que desde el del individuo con el que se le asociaba, personificando la idea que imprimen los individuos en el mundo que les rodea o los efectos que ejercen sobre los demás. Esta faceta del ba queda recogida en un término abstracto, bau (b3w), que significa algo así como 'impresionabilidad' 'efecto' o incluso 'reputación'. De este modo, las acciones del faraón contra los enemigos de Egipto o la intervención de los dioses en los asuntos humanos suelen denominarse el bau de sus sujetos activos. El propio ba parece haber sido una propiedad exclusiva de los seres humanos y de los dioses, pero la noción de bau también aparece asociada con objetos que, de no ser por él, serían considerados inanimados. En su advertencia sobre la apropiación indebida de grano, las Instrucciones de Amenemope, por ejemplo, previenen que 'la era de cebada es mayor en bau [es decir, que tiene un efecto mayor] que el juramento de un monarca'.
Como el alma, el ba parece haber tenido esencialmente un carácter no físico. A diferencia de ella, sin embargo, podría interpretarse como una forma física separada de existencia del individuo, incluso con anterioridad a la muerte de éste. Todo fenómeno en el que podía detectarse la presencia o la acción de un dios, era susceptible de ser considerado el ba de esa Divinidad, por ejemplo, el Sol en su calidad de ba de Ra (o Re), o el toro Apis en la de ba de Osiris.
También podía considerarse, como ya se ha señalado, a un dios el ba de otro. Esto sucedía particularmente con Ra y Osiris, que se unían todas las noches en las profundidades del Duat (el Más Allá), fusión en la que Ra recibía la fuerza regeneradora y Osiris era resucitado en Ra; la combinación de estas dos divinidades se llamaría en ciertas ocasiones "Él, el de los dos bas". Al igual que los dioses, el faraón también podía estar presente como ba en otra forma de existencia; a menudo se llamó a las pirámides del Imperio Antiguo los bas de sus dueños y a veces los altos funcionarios ostentan nombres que los identifican como el ba del faraón, tales como "Izezi es Su ba" (en conmemoración de un monarca de la Dinastía V).
En los Textos de los Sarcófagos del Primer Período Intermedio y del Imperio Medio, el difunto aparece como el ba de varios dioses, pero también como su propio ba, con las capacidades físicas de un cuerpo vivo. Este último concepto también queda reflejado en el Destino del que se habla en la Tumba de Paheri, perteneciente a la Dinastía XVIII, en El-kab: "al convertirme en un ba viviente y tener control sobre el pan, el agua y el aire".
Al mismo tiempo, sin embargo, el texto de Paheri también afirma que "tu ba no abandonará tu cadáver", una evocación de los textos de los sarcófagos, que dicen: "mi ba no puede ser separado de mi cadáver". Esta relación aparece ilustrada en el Libro para salir al día (más conocido como Libro de los muertos) del Imperio Nuevo, en el que se muestra cómo el ba no sólo regresa a la momia y se cierne sobre ella, sino también su participación en actividades que se llevan a cabo fuera de la tumba. Esta visión de la vida de ultratumba, que aparece en los textos más antiguos de las pirámides, está basada en el ciclo solar diario. Como el astro rey, el ba se reúne todas las noches con Osiris --encarnado, en este caso, en la momia--, y a través de esa unión se le permite renacer cada día entre los vivos en una forma nueva de existencia incorpórea. La representación del ba como un ave con cabeza humana fue adoptada por la civilización meroítica de Sudán, en estatuas de sus difuntos, principalmente como figuras humanas con alas de pájaro. (cf. Redford, 2003).
Tomado de: Lambert, Teodoro G. (2004). Diccionario de los dioses y mitos del Antiguo Egipto. Barcelona: Océano; Franco, Isabelle. (2000). Pequeño diccionario de mitología egipcia. Barcelona: José J. de Olañeta, editor; Lurker, Manfred. (1991). Diccionario de dioses y símbolos del Egipto Antiguo. Manual del mundo místico y mágico de Egipto. Barcelona: Índigo, y Donald B. Redford (ed.) (2003). Hablan los dioses. Diccionario de la religión egipcia. Barcelona: Crítica.
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