lunes, 11 de febrero de 2013

Mitos chinos: Chang E se refugió en la luna





      Chu Binjie en Relatos mitológicos de la Antigua China ofrece una versión de este hermoso mito, tal como sigue: 

      "De acuerdo con el calendario lunar, el 15 de todos los meses, en el cielo claro aparece suspendida una luna de blancura resplandeciente, como si fuera una beldad que mirara tiernamente a la tierra. Según se dice, en ella vivía una diosa llamada Chang E, quien era la esposa de Hou Yi", cuyo mito hemos incluido en otra entrada de este blog. "Veamos por qué ella vivió en la soledad de la luna.

      Después de cumplir la orden del Soberano del Cielo de derribar a los nueve soles y eliminar las plagas, Hou Yi se convirtió en un héroe querido y respetado por la gente. Vivía en la tierra muy alegre, donde estrechó relaciones con muchas personas y viajó por conocidos ríos y montañas. 

      Cierto día, cuando Hou Yi regresaba de una cacería y pasaba por un río, vio a una muchacha que sacaba agua con una caña de bambú. Acercándose a ella, le pidió un poco de agua para apagar la sed. Al ver que el visitante llevaba un arco rojo y flechas blancas, la muchacha adivinó que éste era Hou Yi, el héroe que había eliminado las plagas, y lo recibió afectuosamente, ofreciéndole un ramo de flores lozanas como prueba de su respeto. Hou Yi le regaló, a su vez, una de sus presas, una preciosa piel de zorro plateado. El héroe se enteró (de) que la joven se llamaba Chang E y (de) que sus padres habían sido víctimas de las plagas; vivía sola y vestía de blanco todo el tiempo para expresar la nostalgia que sentía por sus padres difuntos. 


      Hou Yi sintió simpatía por la muchacha y la consoló. Ella, que veneraba al héroe, quedó emocionada por su preocupación y se enamoró de él. Poco después, Hou Yi tomó a Chang E como esposa, convirtiéndose ellos en una pareja donde reinaba el amor mutuo y la felicidad.

      Acompañado por Chang E, Hou Yi viajaba y cazaba en los montes, olvidando por completo que tenía que regresar al cielo.

      El tiempo pasó volando. Sin darse cuenta, Hou Yi ya llevaba tres años viviendo en la tierra. El Soberano del Cielo le urgió entonces que regresara. Cuando supo la noticia, Chang E lloró de tristeza. El héroe también sentía pesar por tener que separarse. 

      Al enterarse de que Hou Yi se había casado en la tierra y no quería regresar, el Soberano del Cielo se enfadó y lo destituyó de su puesto celestial, condenándolo a no poder regresar jamás allí. Pero a Hou Yi no le importó el castigo que le imponía el Soberano del Cielo, pues se sentía mucho más feliz en la tierra que en el cielo. Amaba los montes, los ríos y los bosques de la tierra, a las personas sencillas y a su hermosa mujer confidente. Se quedó entonces tranquilamente en la tierra. 

      No obstante, los hombres tenían una vida muy limitada: setenta, ochenta o a lo sumo cien años. 

      Cierto día, Hou Yi le dijo a su mujer: 

      —Cuando estaba en el cielo, oí decir que en el monte Kunlun vive la Reina Madre del Oeste, quien guarda el elixir de la inmortalidad. Valdría la pena que fuera a pedírselo. 


      Sumamente contenta, Chang E se puso a preparar el aprovisionamiento para su marido. Le recomendó con insistencia que cuidara de su salud durante el camino y que regresara lo más pronto posible, apenas obtuviera el elixir. Como ésta era la primera vez que se separaban después de su casamiento, Chang E se sintió apesadumbrada; pero al pensar que podían vivir juntos para siempre cuando su marido regresara con el elixir de la inmortalidad, lo despidió decididamente. Hou Yi, armado de su arco rojo y sus flechas blancas, montó sobre su cabalgadura y marchó hacia el Oeste. 

      La morada de la Reina Madre del Oeste era un lugar de difícil acceso. Para llegar allí, era necesario atravesar innumerables montañas elevadas, bosques infinitos y desiertos donde el viento levantaba la arena y arrastraba las piedras. En particular, había dos grandes obstáculos cerca del monte Kunlun, difíciles de superar: el río Ruoshi y la montaña ardiente. Las aguas del río Ruoshi eran tan extrañas, que hasta la pluma más liviana se hundía en ellas, por no decir de cruzarlo en barco o a nado. La montaña ardiente era imposible de ganar. Sus llamas bailaban rozando el cielo y despedían tanto calor, que se quemaba la piel de los que se acercaban. 


Montaña Kunlun


      Luego de múltiples peripecias, Hou Yi llegó finalmente a la ribera del río Ruoshi. '¿Qué hacer?', se dijo a sí mismo ante esta inmensa superficie de agua. Recordó de repente que en la selva había visto un árbol colosal, llamado 'Buchenmu' (el que no se hunde), cuando estuvo en el Sur eliminando a las fieras. La madera de este árbol era dura pero muy ligera. En aquella época, había arrancado al azar algunas ramas y las había echado al agua, pero, extrañamente, se había mantenido a flote, como si las estuviera sosteniendo una corriente de aire; Hou Yi pensó que quizás esta madera mágica podría ayudarle a salvar el obstáculo.

      Entonces, se desplazó al Sur para buscar el árbol. De su madera hizo una canoa y la arrastró hasta la orilla del río Ruoshi. Cuando  la metió  en el agua, ésta se mantuvo, en efecto, por encima de las aguas, como flotando en el aire. Contento, Hou Yi subió a bordo junto con su caballo y, con un remo ligero, dirigió la canoa rápidamente hacia la orilla opuesta. Aunque el río tenía varios cientos de kilómetros de ancho, llegó allá en un lapso de tiempo muy breve.

Montaña Kunlun

      Poco después de cruzar el río, llegó a la montaña ardiente. Hou Yi estaba seguro de hacerle frente. Había conservado la piel del pájaro de nueve cabezas que había vencido en el río Xiongshui, porque ésta era impermeable y resistente al fuego. De modo que, previendo alguna contingencia, la llevaba consigo. Entonces, confeccionó una especie de caparazón para él y su caballo. 

      Cuando estuvo listo, se lanzó cabalgando hacia la montaña. Las llamas y el humo lo sofocaban. Pero el corcel, que podía recorrer mil li en un día, lo llevó raudo, atravesando en un instante la inmensa montaña. Excepto la cola del caballo, que sufrió ligeras quemaduras, ambos salieron ilesos. 

      Así, con su sabiduría y valentía, Hou Yi venció enormes dificultades en el camino y llegó finalmente al pie del monte Kunlun, donde estaba la morada de la Reina Madre del Oeste.


Reina Madre del Oeste


      Ésta tenía su palacio en la montaña Yushan, en el centro del monte Kunlun. Cuando Hou Yi se estaba aproximando, el pájaro Qingniao, que era el mensajero de la Reina, le informó a su dueña. Ella ya sabía que Hou Yi era un dios que había sido enviado a la tierra para eliminar las plagas y que había salido airoso en su empresa. Por eso lo respetaba mucho.

      Cuando se enteró de cuál era el motivo de su presencia, la Reina Madre del Oeste estuvo de acuerdo y le ordenó al pájaro de tres patas, que era el guardián del exilir de la inmortalidad, que trajera de una de las cavernas una delicada calabaza de peregrino en la que guardaba el exilir precioso. Éste había sido elaborado con duraznos mágicos producidos por un árbol inmortal que sólo florecía cada tres mil años y daba frutos al cabo de otros tres mil. 


Reina Madre del Oeste


      —Tómalo, por favor, sólo queda esto —dijo la Reina Madre del Oeste entregándole la calabaza a Hou Yi —pero es suficiente para ustedes. Si cada uno toma la mitad del elixir, podrá ser inmortal. Si alguien lo llega a tomar todo, subirá al cielo, convertido en un genio.

      —No, no es por eso. Vine a pedir el elixir únicamente porque mi querida esposa y yo queremos ser inmortales. Pero no me interesa el mundo de los genios inmortales —dijo Hou Yi. Aceptando con gratitud el elixir, se despidió de la Reina Madre del Oeste. 

      En el momento de la partida, la Reina Madre del Oeste le ordenó al pájaro de tres patas que trajera una hierba de jade que crecía al lado del Estanque de Jade, para enviársela a Chang E como regalo. Ésta era una hierba preciosa y mágica pues en ella se había transformado Yao Ji, la hija mayor del dios del sol, Yan Di. Ésta es su historia: Yao Ji era una hermosa doncella cariñosa que a los 18 años de edad se enamoró de Chi Song Zi, encargado de la lluvia de Shen Nong, el dios de la agricultura. Al principio, ambos se querían, pero Chi Song Zi le fue infiel. Poco después, él la abandonó y se marchó. Loca de amor, Yao Ji fue a buscar a su querido a las regiones del Sur y del Norte, pero cuando llegó al monte Kunlun, se enteró (de) que aquél ya tenía una nueva amada y se había marchado con ella a otro lugar. 

Reina Madre del Oeste


      Yao Ji murió de tristeza y se transformó en una hermosa hierba que creció al lado del Estanque de Jade. A medida que fue pasando el tiempo, la pendiente y las riberas del estanque sue fueron cubriendo de ella. Por el hecho de haber nacido al lado del Estanque de Jade, ésta tomó su nombre. Según se dice, la hierba siempre está cubierta de rocío, que son las incontables lágrimas de la doncella afectuosa. 

Versión moderna de Yao Ji


      La hierba tenía una virtud especial: con sólo olerla, cualquier muchacha se volvía más tierna, más bella y más amable. Por eso también se conocía como 'hierba fascinante'.

      Luego de obtener el medicamento, Hou Yi se puso en camino para regresar. Hacía ya más de medio año que había salido de su hogar. Cuando llegó, la alegría de la pareja fue (in)imaginable. Mientras le contaba a Chang E las peripecias que tuvo en el camino, Hou Yi le entregó el elixir, diciendo: 

      —¡He aquí el elixir de la inmortalidad que conquisté luego de mil penas y diez mil sufrimientos! La Reina Madre del Oeste me ha dicho que uno será inmortal si sólo toma la mitad de él y subirá al cielo, convirtiéndose en un genio, en caso de tomarlo todo. Guárdalo bien, mientras escogemos el día apropiado para tomarlo. 

       Después de que Chang E guardara bien consigo el elixir, Hou Yi le entregó una hierba de jade y le dijo, exclamando: 

      —¡Mira, es un regalo especial que te envía la Reina Madre del Oeste!

      Chang E la tomó en sus manos y, después de examinarla detenidamente, dijo alegre: 

      —¡Cómo es de hermosa y maravillosa!

      Mientras decía estas palabras, acercó la hierba a la nariz. De repente, hubo algo prodigioso: la muy hermosa Chang E se hizo más bella y más amable. 

       Debido a la larga permanencia de Hou Yi en la tierra, muchos jóvenes acudieron a suplicarle que les enseñara a disparar con el arco. Él, que era un hombre entusiasta, lo hizo a conciencia y pacientemente. Bajo las enseñanzas de un maestro de tanto renombre, surgieron algunos discípulos sobresalientes, entre los cuales había varios arqueros distinguidos. 

      Feng Meng era el que más destacaba entre todos. Pero era un hombre perverso y cruel. Ambicionaba ser el arquero de más renombre en el mundo, y quería que su maestro muriera lo más pronto posible. 

      Pero, el hecho de que Hou Yi tuviera el elixir de la inmortalidad, constituía un serio obstáculo para la ambición de Feng Meng. Éste, en el colmo de la envidia, concibió un ardid. 

      Cierto día, aprovechando que su maestro salía de cacería, entró a hurtadillas a la casa de aquél. Al tiempo  que le apuntaba a Chang E con una flecha, exclamó: 

      —Si no me entregas ahora mismo el elixir de la inmortalidad, ¡te atravesaré la garganta con mi flecha!

      Todo fue tan de repente, que Chang E quedó pasmada. 

      —¿No eres acaso Feng Meng, el discípulo de mi marido? ¿Cómo puedes...? —preguntó ella. 

      —Hace ya mucho tiempo que desconozco a Hou Yi como mi maestro. ¿Tendré que ser acaso un arquero de segunda categoría durante toda mi vida? ¡Es una lástima que él no se haya muerto! —afirmó sarcásticamente Feng Meng. 

      Chang E quiso responderle, pero la cólera le ahogó las palabras. 

      —¡Entrégame ya el elixir! —exclamó Feng Meng de manera apremiante, amenazándola con sus armas. 

      '¡No! ¡No se lo puedo entregar a este malvado!' —pensó Chang E. Entonces, sacó lentamente el elixir y, cuando Feng Meng intentó arrebatárselo, lo apuró de un solo trago y huyó. 

      Cuando salió de allí, Chang E se sintió más ligera, como si estuviera sostenida por nubes suaves, y se percató de que iba por los aires, subiendo. Pero no sabía hacia dónde se dirigía. Pensando en el cariño que le tenía a su marido, decidió ir primero a la luna, que era el lugar más cercano a la tierra. Cuando la beldad llegó al Palacio de la Luna, ésta despedía rayos más tiernos y hermosos. 

      Luego de haber regresado de la cacería, Hou Yi se sintió sumamente golpeado por lo sucedido. Levantando la cabeza, comenzó a mirar fijamente hacia la luna. Sus ojos se humedecieron por las lágrimas cuando pensó que jamás volvería a ver a su mujer. 

      Pero ante la sola idea de la vileza e ingratitud de su discípulo, salió apresuradamente, tomando su carcaj. Sin embargo, aquél estaba al acecho, escondido en un bosque que quedaba delante de la casa de Hou Yi. Cuando éste pasó por el lugar, Feng Meng se apareció de improviso, como un fantasma, y le asestó un garrotazo en la cabeza. Hou Yi se desplomó mortalmente herido y expiró. 


       El crimen cometido por Feng Meng fue descubierto por los discípulos de Hou Yi, quienes lo capturaron y lo amarraron a un árbol enorme. Allí lo ejecutaron, disparándole flechas. 

      Después de la muerte de Hou Yi, para conmemorar sus hazañas, todas las familias dibujaron su retrato y lo colgaron en la pieza principal de la casa, donde lo veneraron bajo el nombre del dios Zhong Bu, o sea, el que administraba los cuatro puntos cardinales para difundir una política benefactora por todo el mundo. Se dice también que el alma de Hou Yi se preocupaba por la vida de la gente. Cada vez que se producían sequías o inundaciones, él siempre se ponía del lado del pueblo y luchaba contra los demonios. Era el dios tutelar de la población.

      Sin embargo, Chang E vivía en la soledad en el Palacio de la Luna. Aunque éste era un sitio majestuoso y ella era inmortal, sentía una infinita soledad, angustia y tristeza. 

      Allí también vivía un conejo de jade que todos los días se dedicaba a pulverizar hierbas medicinales con un mortero. Éste había sido confinado en la luna por el Soberano del Cielo porque había robado una hierba mágica. Posteriormente, llegó alguien llamado Wu Gang, cuyo castigo consistía en talar un canelo. Con eso, expiaba un error que había cometido cuando se ejercitaba en la práctica de la perfección. Según lo ordenado por el Soberano del Cielo, Wu Gang solamente podría regresar al cielo después de derribar el árbol. pero el canelo de la luna era mágico y no podía ser abatido. Pero eso, Wu Gang talaba incesantemente todos los días, deseando poder derribarlo algún día para regresar al cielo.



      Precisamente, como el conejo de jade y Wu Gang llevaban en la luna una vida de redención, las generaciones siguientes tuvieron una idea equivocada de Chang E, creyendo que ella había sido enviada allí por haber robado el elixir mágico. Por ejemplo, Li Shangyin, quien fue renombrado poeta de la dinastía Tang, escribió estos versos: 

      Chang E, arrepentida por haber bebido en secreto el elixir, todas las noches anhela el mar y el cielo azules

      Pero, en realidad, la historia sucedió de otra manera."



Tomado de: Chu Binjie (ed.). (1992). Relatos mitológicos de la Antigua China. Madrid: Miraguano.             

2 comentarios:

Beatriz Nones dijo...

Bella página Ale y me encanta que lo de la luna sea los 15...de cada mes, ya que naci un 15...jeje , que bien que haces lo que te gusta con vocación entrega y sabiduría desde tu curiosidad y estudio...y lo devuelves al ciudadano común para disfrutarlo...creo es el deber ser de la vida en plenitud..descubrir nuestros talentos y devolverlos a la humanidad

Alejandro Useche dijo...

Muchas gracias, Beatriz, por tu comentario. Me contenta mucho que el blog haya sido de tu agrado. Con gusto pongo mi grano de arena. Bienvenida siempre a este espacio para explorar cosas nuevas y disfrutar de esas historias y de esos temas universales. ¡Un abrazo!