Se dice en el Libro del maestro Lie que "Los montes Taixing y Wangceng, cuya superficie era de setecientas leguas y cuya altura llegaba a los dieciséis mil metros, estaban situados entre la parte sur de la región de Yi y la parte norte de la comandancia de Heyang, justo enfrente del monte que había elegido el Conde Yu de afincamiento. Para este conde, nacido en las montañas del norte y que tenía ya unos noventa años, los susodichos montes no dejaban de representar un obstáculo que obligaba, a él y a su prosapia, a dar un gran rodeo para poder entrar y salir al suyo, de suerte que decidió el conde convocar una junta de familias en la que formuló el siguiente plan:
—¿No podríamos unir fuerzas, aplanar tan accidentado terreno y abrir un paso franco hacia el sur por el que podamos pasar hasta la orilla norte del río Han?
La propuesta fue recibida con aprobaciones varias. Pero su misma mujer ofreció la siguiente duda:
—¡Ay, si al menos esas fuerzas pudieran reducir el pequeño cerro de Kuifu, entonces acaso podrían con los montes Taixing y Wangceng! Pero, además, ¿qué hacer con la tierra y con las rocas?
— Lo tiraremos todo al final del mar de Bo —contestó la junta—, a la zona de Tierras-Ocultas.
Tres eran las generaciones de hombres que podían cargar el peso sobre sus hombros, a saber, la del propio conde, la de sus hijos y la de sus nietos, de modo que entre todos fueron sacando las rocas, abriendo socavones, rastrillándolo todo y transporándolo hasta el confín del mar de Bo. Incluso un niño huérfano, hijo de la viuda de un hombre llamado Jing, con los dientes de leche recién mudados, al ver que había hombres yendo y viniendo, fue a ayudar con toda su buena disposición, y regresó cuando cambiaba la estación del frío al calor.
Pero un anciano sabio llamado Hequ, riéndose de todos ellos, les detuvo advirtiéndoles:
— ¡Ay de vosotros, insensatos! ¿No veis que aunque dedicaseis todas vuestras fuerzas durante años y años a este empeño no lograríais mover el monte ni un pelo, ni su tierra ni sus rocas?
—Sois firme —admitió el conde Yu tras un largo suspiro—, de una firmeza inamovible, pero eso no tiene parangón con la suavidad del hijo de esa mujer. Porque, aunque me llegase la muerte, mis hijos siguirían vivos, y éstos engendrarían a mis nietos, y mis nietos a mis bisnietos, y éstos a su vez tendrían más hijos y más nietos y éstos más bisnietos inacabadamente, mientras que la montaña no habría ido en aumento. ¿Cómo pues, podría ser que no acabase aplanada por nosotros?
Y Hequ, el anciano sabio, no supo qué replicar.
Los dioses que sostienen las serpientes con los dedos oyeron el diálogo y, temiéndose el fracaso de la empresa del conde, conmovido por la fe del conde, mandó al patriarca Kuae con sus dos vástagos que se cargasen a hombros aquellos dos montes y los depositasen en la parte oriental de la región de Shuo el uno y en la parte más sur de la de Yong el otro. Y así es como apareció de repente un pico al sur del río Yi y otro al norte del río Han."
"Acerca de la movilidad de las montañas y de su explicación se conserva un texto muy revelador en Historias de espíritus y de deidades; dicen los primeros párrafos: 'En los remotos tiempos del rey Jie de la dinastía de los Xia, desapareció el monte Li. Luego, en tiempos del emperador Shihuang de la dinastía Qin, desaparecieron las tres islas del Imperio en que moraban los inmortales, a saber: Penglai, Fangzhang y Yingzhou. Más adelante, en el año trigésimo segundo del rey Xian de la dinastía Zhou, desapareció el templo al espíritu local —con las montañas que lo rodeaban— en la zona de Daqiu, en lo que era entonces territorio del estado de Song. Y ya en los últimos años del emperador Zhao de la dinastía Han, en las zonas de Chenliu y Chanyi, desaparecieron los templos de los espíritus locales con los montes en que se hallaban'. En Casos extraordinarios Jing Fang anota a este respecto: 'Que los montes cambien a hurtadillas de lugar es augurio de desórdenes y de guerras por toda la tierra, y de estrago de países.' Otro caso de un monte que cambió de lugar es el del monte Extraño, el cual se hallaba originalmente en medio de un lago en la subprefectura de Dongwu (prefectura de Langya). (...) Pero no es el único caso. Otro semejante se dio en la zona de Jiazhou, uno de cuyos montes se fue a la prefectura de Qu, en la zona de Qinzhou; por desgracia, ignoramos la fecha exacta en que ocurrió. Sea como fuere y cuando fuere, que los montes cambien de lugar es señal anormal que augura calamidades.
Según el Libro de la dinastía Shang, 'Los calderos de Jin': 'Que los montes cambien de lugar es augurio bien de que los monarcas obrarán sin rectitud y sin justicia y de que los altos cargos del Gobierno serán concedidos a hombres desleales, bien es augurio de que el poder pasará a manos de los antiguos señores, por lo que perderán los monarcas el control sobre la administración de las penas y los castigos de la Justicia y, en consecuencia, proliferarán los casos de grandes casas privadas que medrarán a costa de las arcas del Estado, y se llegará, en cualquier caso, a una situación que o es corregida al punto o trae consigo la caída de la dinastía o del emperador en cuestión'".
Tomado de: Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal (ed.). (2004). Mitología china clásica. Madrid: Trotta y Edicions de la Universitat de Barcelona.
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