miércoles, 18 de junio de 2014

Mitos venezolanos: Pemón: El cocuyo y la zarzamora





      "Un gran cocuyo se puso en viaje para ir a casa de unos parientes, que vivían en un lugar muy lejano. Y al salir, se hizo el tarén o exclamaciones e invocaciones de los que van a viajar solos, para ir y regresar con felicidad. 
      En una de sus jornadas llegó a casa de una zarzamora, que vivía en un cerro, y se quedó a pernoctar allí. Aquella zarzamora, por cierto, estaba muy vieja, deshojada y encorvada y tenía unos dientazos muy feos. 
      No obstante esto, la zarzamora se empeñó en enamorar al cocuyo. Se mostró muy obsequiosa en la comida y bebida; le colgó con mucho esmero su chinchorro; y lo entretuvo con toda clase de conversaciones hasta muy entrada la noche.
      Pero el cocuyo no le hizo caso. Y cuando la zarzamora le habló de casarse con ella, el cocuyo le dijo claramente: Yo no te quiero; no me nace el cariño por ti; tú eres vieja, estás deshojada y encorvada; tú eres muy fea.


      Al amanecer, cuando se clarea la tierra, el cocuyo prosiguió su viaje; y, pernoctando en varios lugares, por sus jornadas contadas llegó a la casa de sus parientes. Estos lo agasajaron mucho y se alegraron con las noticias de sus parientes y conocidos.
      Aquellos parientes del cocuyo le obligaron a permanecer con ellos varias lunas. Pasado este tiempo, el cocuyo emprendió su viaje de regreso. A la vuelta, se fue haciendo las mismas jornadas que a la venida y según había calculado su bastimento.
      Por eso uno de los días llegó al anochecer al mismo cerro donde tenía su casa la zarzamora. Y, ¡qué sorpresa!, la encontró totalmente cambiada. La zarzamora estaba enhiesta, rejuvenecida, se había vestido de hojas nuevas y estaba muy adornada con flores.


      Entonces el cocuyo, sin más, comenzó a decirle: Estás muy buena moza; yo te quiero mucho. —Pero ahora, por su vez, la zarzamora no le hizo caso al cocuyo. Y, por más que le decía, ella continuó sin hacerle caso.
      En vista de ello, el cocuyo le preguntó a la zarzamora: Por lo menos, dime cómo te arreglaste para cambiarte así y ponerte tan buena moza. —A esto le contestó la zarzamora: Esto no fue por arte mía; unos indios, que andaban cazando por aquí, me pegaron fuego y con eso precisamente me recompusieron y me remozaron.
      El cocuyo, entusiasmado, exclamó: ¿No me podré yo remozar también de la misma manera que tú? —La zarzamora le contestó: Yo no lo sé; si te parece que así puedes remozarte, puedes hacerlo; pero ten cuidado no te vayas a dañar más bien.

Seto de zarzamora o mora cargado de frutos
      
       Entonces el cocuyo divisó no lejos de allí una candela, que habían prendido para pasar la noche y calentarse unos pasajeros. Y sin más, se arrojó al fuego diciendo: Yo también me quiero remozar lo mismo que la zarzamora. A ver si así me quiere. 
      Pero apenas se tiró a la candela y sintió que se quemaba, el cocuyo se salió a toda prisa. Y todo lo que consiguió fue ponerse negro como ahora está, que antes no era negro. Y con esto, avergonzado, se alejó de la zarzamora y prosiguió el viaje hasta su casa.


      De ahí les viene a esos cocuyos ese color negro, que ahora tienen. Y de ahí proviene que todos sus descendientes quedaron con esa tendencia: que, cuando por la noche ven una candela, allá se tiran. Y también les gusta rondar a las zarzamoras cuando están en flor."



Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano. (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana. 

  
   

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