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domingo, 10 de febrero de 2013

Mitos chinos: Yi el Arquero, la Gran Sequía y los Diez Soles



      En las zonas extranjeras hacia el occidente, por donde fluye el Gan, está el País de Xihe, que es la mujer del emperador Jun. El País de Xihe baña a los soles en las aguas del susodicho río. Es la madre de los diez soles. En el Libro de los montes y los mares se ha dicho que "En la parte superior del valle de Tang se halla este árbol Fusang. Los diez soles bajan a bañarse a dicho valle, que está al norte del País de los Hombres Dientes-Negros. Crece en medio del agua un árbol enorme subido a cuyas ramas vive un sol y debajo de las cuales viven nueve."

   

      
      Con respecto al famoso personaje del cuervo de las tres patas que participa en este mito, los Registros históricos del mundo de las sombras, IV, dicen que "Al oriente hay un lugar donde se da la planta Diri y al sureste otro en que crece la Chungsheng; se trata de plantas que bajaba a comer con frecuencia el cuervo de las tres patas. Pero luego no pudo ya bajar a comerlas, pues Xihe, al mando de sus animales de tiro, tapaba los ojos con las manos al cuervo. Y era porque, al tratarse de una planta que permite no envejecer a quien la coma, sus aves y sus animales dejarían de trabajar para ella y se dedicarían al descanso si la comieran."


       Con respecto a nuestro héroe, el Libro de los montes y los mares señala que "El emperador Jun concedió a Yi el Arquero un arco rojo con cuerda y flechas blancas, y le mandó que bajase a ayudar a los países en la tierra. Fue el Arquero, por tanto, el primero en ayudar a los pueblos de la tierra a vencer a los Cien Ataques." De esta guisa, entonces, avanzamos hacia el núcleo de la historia. El Libro del maestro Huainan, VII, narra que "Ocurrió siendo Yao emperador que salieron los diez soles a la vez quemando y agostando toda vegetación. El emperador mandó entonces a Yi el Arquero que los derribase a flechazos, de suerte que el Arquero abatió nueve soles, y mató a los nueve cuervos que había en ellos, y sus plumas cayeron al suelo, no quedando más que uno en el cielo."

      Más adelante, en el mismo libro, se relata la historia de esta manera: "Ocurrió, siendo Yao emperador, que salieron los diez soles a la vez quemando las siembras, matando las plantas y dejando al pueblo sin nada que comer. (...) Además, se vio el pueblo atacado por los Zhayu", que son animales con cuerpo de bóvido y de color rojizo, rostro de persona y cascos de caballo; también se vio atacado por "los seres Dientes-Grandes, los animales Nueve-Crías, los Pájaros Vendaval, los Grandes Cerdos Salvajes y las Serpientes-Largas en pleno; (por todo esto) Yao mandó al Arquero que fuese a la zona despoblada de Zhouhua y matara a los Dientes-Grandes, a las riberas del río Nocivo y aniquilara a los Nueve-Crías, al lago junto a la Colina Azul y cazara con redes a los pájaros Vendaval, y que flechase del cielo a los diez soles y de la tierra a los Zhayu, que fuese a Túneles Largos y despedazase a las Serpientes-Largas y, en fin, que expulsase a los Grandes Cerdos Salvajes del Bosque de las Moreras. 


       Viendo los pueblos que aquello los beneficiaba, eligieron a Yao emperador del mundo, y empezó a haber en la tierra las nociones fijas de lo extenso y lo ancho, de lo dificultoso y lo fácil, de lo lejano y lo cercano." 

      Asimismo, en Los poemas del reino Chu, se lee en lo tocante a este héroe: 

      "Diestro en la caza con arco del jabalí,
      al Arquero complacían los viajes demasiado
      y demasiado le absorbían las monterías." 

      También en el mismo texto, más adelante, sigue: 

      "¿Por qué no le plació al emperador celestial Yao
      que el Arquero disparase con su arco
      contra los Grandes Cerdos Salvajes
      usando el dedil con provecho
      y que le diese después la carne troceada?"


      En estos poemas se alude a otros detalles del episodio en cuestión: 

      "Si el emperador le había mandado al Arquero
      salvar al pueblo de los Xia,
      ¿por qué no obedeció,
      por qué mató a flechazos al Señor del Río Amarillo
      y raptó a su esposa Luopin?"

      En unas notas a estos poemas, realizadas por Gao You, se dice que "Luopin era una deidad de las aguas que recibía el sobrenombre de 'la consorte Fu'; el Arquero soñó que tenía un amorío con ella." Li Shun, en una nota a La antología literaria, aclara que "La consorte Fu fue una dama del clan de Fuxi que se transformó en una deidad tras haber muerto ahogada en el río Luo."

      Ahora bien, ¿quién es el Señor del Río Amarillo? En alguna parte de Los poemas del reino de Chu, a los que hemos aludido, se asevera que "En el día del octavo mes, Pingyi murió ahogado en el río Amarillo cuando lo estaba vadeando. Y el emperador del Cielo le nombró Señor del Río Amarillo." 



      Wang Yi, en su nota a estos poemas ha escrito: "El Señor del Río Amarillo se mudó en un dragón blanco y cuando estaba nadando por las orillas fue visto por Yi el Arquero, quien lo flechó y dejó ciego del ojo izquierdo. El Señor del Río Amarillo informó del hecho al Emperador del Cielo: 

      —Pido la muerte para el Arquero por lo que me hizo —reclamó el Señor del Río Amarillo. 
       —¿Por qué te flechó el Arquero? —le preguntó el Emperador del Cielo.
      —No lo sé, pues yo no hacía más que juguetear después de haberme metamorfoseado en un dragón blanco. 
      —¿Y crees tú que te habría flechado Yi el Arquero —volvió a preguntar el Emperador del Cielo— si te hubieras quedado en las profundidades de las aguas como la divinidad que eras? ¿Tan raro te parece que un hombre dispare flechas a una bestia reptante como la que eras?, ¿acaso cometió alguna falta al hacerlo?"


      Otro personaje importante del ciclo de Yi el Arquero es la "Reina Madre de Occidente". Con respecto a ella, el Libro de los montes y los mares nos dice que "La Reina Madre de Occidente tenía aspecto de persona, cola de leopardo y colmillos de tigre; rugía con fuerza enorme y acostumbraba a llevar una horquilla de jade en el muy despeinado cabello; controlaba la distribución de los castigos y las muertes, y el rigor de los desastres naturales que envía el Cielo." La Reina Madre de Occidente "tenía debajo Tres Pájaros Verdes que le llevaban comida. Vivía en la parte norte del monte Kunlun." Más adelante, el mismo texto especifica que "A doscientas veinte leguas más hacia el oeste está el monte Sanwei, con un perímetro de cien leguas y que alberga a los Tres Pájaros Verdes."



      
      Un día, "Chang'e, la mujer de Yi el Arquero, le pidió a la Reina Madre de Occidente que le diera de comer la hierba de la inmortalidad. Después de haberla comido, instantes antes de partir a la luna, pidió adivinación a Youhuang. Éste hizo las consultaciones y le transmitió: 'Fausto (...)', así que Chang'e se fue a la luna, donde se quedó a vivir bajo la forma de un sapo." (Obras literarias completas producidas en la antigüedad, las Tres Eras antiguas y las dinastías Qin, Han, Tres Reinos y Seis Dinastías, 'Sobre los espíritus'). 

     
      Con relación a este mito de Chang'e como sapo, Duan Chengshi en Retazos y relatos de la cueva del monte You afirma que "Se dice desde antiguo que crece en la luna un canelo en el que hay un sapo. En cierta obra en verdad extraña se afirma que 'el canelo de la luna mide mil quinientas varas de alto y tiene siempre debajo a una persona que lo está cortando y cuyos tajos se cierran tras cada corte que da. Esta persona se apellida Wu, se llama Gang y cometió alguna infracción cuando estudiaba las artes de la inmortalidad, de suerte que se le castigó a cortar dicho árbol."


      Se ha dicho que Yi el Arquero y Fengmeng eran "los mejores arqueros del mundo." Se aseveraba que "De cien flechas disparadas, las que daban en el blanco eran seguro las de Yi el Arquero y las de Fengmeng". Y es que "Fengmeng aprendió el tiro al arco con Yi el Arquero y, como lograra aventajar a éste en dicho arte y deseara ganar a su maestro para ser el único y supremo en el mundo, acabó con su vida" en Melocotoneros Grandes. De ahí que "los malos espíritus de los muertos tengan miedo de la madera del melocotonero. (...) De estas manera, "Yi el Arquero, el que había librado al mundo de todas las desgracias, fue convertido en la deidad protectora Zongbu, y, actualmente, recibe como tal deidad las ofrendas de la gente en sus lararios." (Libro del maestro Xun, Libro del maestro Huainan (notas de Xu Shen y de Gao You), y Libro de Mencio).

        
      Por su parte, Chu Binjie en su libro Relatos mitológicos de la Antigua China ofrece la siguiente versión de este famoso episodio, logrando aglutinar todos estos elementos, entre otros que se incorporan: 

      "Se dice que en los tiempos del emperador Yao, aparecieron en el cielo simultáneamente diez soles que provocaron graves sequías en la tierra.

      Esto sucedió de la siguiente manera: La madre del sol había dado a luz diez hijos, quienes vivían en Tanggu, un gran estanque que quedaba al Oriente, allende el mar. Allí los hermanos sol se bañaban y retozaban todos los días y, por lo tanto, las aguas se mantenían calientes durante todo el año. En el centro de aquél crecía un árbol llamado 'Fu Sang' que tenía una altura de varios miles de metros y cuyo tronco sólo podía ser abarcado con los brazos unidos de mil personas. El árbol tenía extendidas diez ramas gruesas que eran los lugares de reposo de los hermanos sol.



      De acuerdo con las disposiciones del Soberano del Cielo, cada día uno de los diez hermanos sol debía ir a trabajar al mundo de los seres humanos. En general, el sol estaba de servicio, se levantaba por el Este, por la mañana, y, tras pasear por el cielo infinito, descendía por el Oeste cuando empezaba a anochecer, ofreciéndole a la gente luz y calor. Por eso, los hermanos sol se alternaban cada diez días. 

      El mundo era hermoso: había montañas enormes, ríos turbulentos, bosques frondosos y flores lozanas, así como tierras cultivadas por los hombres laboriosos... En una palabra, el mundo era más divertido que el Estanque Tanggu. 

      Pero los hermanos sol eran muy traviesos. Cierto día, se enfrascaron en una discusión. 

      —Tanggu es un lugar sin interés. Simplemente, ya no aguanto más esta situación de tenernos que poner en cuclillas nueve de cada diez días —dijo uno, quejándose.

      —Tienes razón. El Soberano del Cielo nos ha restringido tanto, que no nos permite ir a los lugares más divertidos. ¡No me dejaré convencer jamás! —intervino otro.


       —¡Quizá sean razonables las disposiciones del Soberano del Cielo! —dijo un tercero—. Si saliéramos juntos al cielo, seguramente la gente no podría vivir más. 

      Al oír estas palabras, el primero que se había quejado se enfadó, y exclamó: 

      —¡Razones, razones...! ¡Divertirnos plenamente es nuestra razón! ¡Nadie puede resistir encerrado en casa todos los días! A mi parecer, deberíamos salir mañana juntos para divertirnos lo más que podamos.

      Los demás estuvieron de acuerdo.

      Al día siguiente, a despecho de la orden del Soberano del Cielo, los diez hermanos sol salieron del Estanque Tanggu hacia el cielo.

      Cuando solamente había un sol en el cielo, la tierra gozaba de luz y de calor. Pero, cuando aparecieron simultáneamente los diez soles, se produjo una situación sumamente terrible: los violentos rayos solares convirtieron a la tierra en una extensión blanca, sin ninguna sombra. La temperatura subió rápidamente y las plantas se marchitaron y los ríos se secaron. La gente se mantenía sofocada y se escondía en las cuevas, sin atreverse a salir. 


      Pero, los hermanos sol se paseaban y se divertían en el cielo, como si no hubiese pasado nada, e incluso, se sentían alegres por su picardía.

     En ese momento, el emperador Yao —quien era un virtuoso que vivía en una cabaña rústica, se alimentaba de una forma sencilla y frugal y se preocupaba porque el pueblo no sufriera—  tomó la iniciativa para exigir que los soles abandonaran el cielo y salvar con ello la vida de la población. Sin embargo, los hermanos no prestaron atención a este sincero pedido y continuaron paseando y divirtiéndose en el cielo.

      El emperador Yao no tuvo más remedio que acudir ante el Soberano del Cielo, a quien le contó todo lo que había ocurrido. Enfadado, el Soberano del Cielo llamó a un valiente llamado Hou Yi, y le ordenó: 

      —Los hijos de Xi He han traicionado mi voluntad y hacen alarde de su poder en el cielo. Por su culpa, en la tierra ha habido una gran sequía y los seres humanos se arriesgan a no poder seguir viviendo. Toma este arco rojo y estas diez flechas blancas y castígalos.

       Acatando la orden del Soberano del Cielo, Hou Yi descendió en seguida a la tierra, donde se sintió afligido al ver los sufrimientos que padecía el pueblo bajo el calor insoportable. Enardecido, miró hacia el cielo, donde los diez soles se desmandaban, y le disparó a uno de ellos. Entonces s escuchó un estruendo espantoso y se vio caer como una bola de fuego. Espantados, los demás soles huyeron apresuradamente, pero no lograron escaparse. De este modo, derribó nueve de los diez soles. Cuando sacó la última flecha, el emperador Yao, deteniéndolo, le dijo: 

      ¡No tires más, por favor! El sol es muy útil para la humanidad y ésta sufre sólo cuando hay demasiados. Como ahora solamente queda uno, no hay necesidad de derribarlo. 

      Hou Yi aprobó con la cabeza y puso a un lado el arco y la flecha. En el cielo aún permanecía un sol, pálido del susto. 

      Con la muerte de los nueve soles, la tierra volvió a ser como antes. La gente salió de las cuevas y se sintió feliz al ver que la sequía había pasado. Todos reiniciaron una vida pacífica, dedicados a cultivar, recoger leña, cazar, reparar sus viviendas y construir nuevas.


      Hou Yi quiso regresar al cielo luego de cumplir la tarea que le había encomendado el Soberano del Cielo. Pero las gentes del lugar intentaron retenerlo de mil maneras, ya que, para expresar el agradecimiento y el aprecio que le tenían, querían pasar, junto con él, varios días para celebrar la gran victoria. Además, deseaban que él les ayudara a eliminar otras calamidades que aún existían en la tierra. Hou Yi estuvo de acuerdo y decidió quedarse algún tiempo.

      Aunque  ya había pasado la sequía, el dios del agua, He Bo, empezó a actuar desenfrenadamente, paseándose por entre las aguas bajo la forma de un dragón blanco. Adondequiera que llegaba, provocaba siempre inundaciones que anegaban los cultivos, destruían las casas y arrastraban a la gente y al ganado. 


      Hou Yi decidió entonces acabar con este flagelo, haciéndose eco de las demandas de la gente. Un día llegó a hurtadillas a la orilla de un río y se escondió detrás de un sauce, esperando a que llegara He Bo. En efecto, poco después apareció un dragón blanco que levantaba enormes colas en el curso superior del río, haciéndolo desbordar. Hou Yi, que estaba parado, disparó un certero flechazo, atinando en ojo izquierdo del animal. Dando un grito de dolor, el dragón blanco agitó la cola y se sumergió en las aguas. 

      Después, He Bo se presentó ante el Soberano del Cielo y acusó a Hou Yi: 

      —Sin mediar motivo alguno, Hou Yi me hirió en un ojo cuando yo paseaba por el río. Quiero que, en venganza, el Soberano del Cielo lo mate. De otro modo, ¿qué sentido podrían tener las reglas celestiales? —dijo. 

      Pero el Soberano del Cielo, que estaba enterado de lo sucedido, le respondió en tono de reproche: 

      —Eres el dios del agua y tu deber es llevar la felicidad a las personas; pero te paseas por todas partes, levantando olas y viento para perjudicar a la gente. Quien siembra vientos recoge tempestades.

      He Bo, desconcertado, se retiró sin decir una palabra, sumergiéndose en las aguas. A partir de ese instante, no se atrevió a cometer más desatinos. 

     De ahí en adelante, Hou Yi vivió muy feliz en la tierra, donde era querido y respetado por todos. Como su afición era la caza, frecuentemente perseguía y atacaba a las fieras en los bosques y montes. Por la época, había demasiadas bestias que obraban a su antojo en todas partes, perjudicando a la gente, lo que se constituyó un gran azote para la humanidad.

      Se dice que en las planicies centrales medraba una bestia extraña llamada Ya Yu, cuya fisonomía era como la de un buey, tenía pelo largo y rojo, rostro humano y patas como las de caballo. Era experta en correr y tenía una fuerza descomunal. Por eso, era poco probable que alguien escapara con vida si se llegaba a encontrar con ella. También asolaba a menudo las tribus, derribando las casas para atrapar a la gente. ¡Eran incontables las personas que había devorado!

      Cierto día, siguiendo las pistas que le habían proporcionado las gentes del lugar, Hou Yi fue a la selva para buscar a la fiera. Cuando llegó a un valle, vio que por todas partes había calaveras y huesos humanos diseminados; delante de ellos, estaba la bestia acostada en una gran roca devorando a sus presas. La escena le repugnó mucho a Hou Yi, quien disparó una flecha a la fiera. Ésta lanzó un gemido y cayó rodando hacia el valle. A partir de entonces, la gente pudo vivir en paz.


      También había una fiera llamada Zao Chi, que vivía en el Sur, donde la agricultura era próspera. Tenía dientes como de dos metros de largo, tan afilados, que parecían estiletes; generalmente reposaba en las aguas o en los pantanos, asaltando súbitamente a los transeúntes. Era muy difícil hacerle frente, ya que su piel tenía un grosor de varias pulgadas, como si estuviera cubierta por una armadura impenetrable. Pero el hábil Hou Yi la mató, disparándole una flecha a la garganta en cierta ocasión que la fiera se le abalanzó con la boca abierta. 


      En el Sur, había un río llamado Xiongshui. Había recibido este nombre porque allá tenía su dominio un monstruo llamado Jiu Ying. Todos los que llegaban a este lugar, eran devorados por él y nadie tenía la suerte de escaparse. Jiu Ying era un ave feroz y enorme que tenía nueve cabezas y podía lanzar agua y llamas por la boca. Hou Yi sabía que si solamente le cortaba una de las nueve cabezas, el ave no moriría sino, por el contrario, se volvería más feroz. Entonces, le disparó casi simultáneamente nueve flechas, dando con todas en el blanco. De este modo, fue eliminado otro azote. 


      A la orilla del lago Dongting, muy cerca del río Xiongshui, vivía una serpiente larga, codiciosa y maligna, que podía tragarse de un bocado a un elefante. Digería lentamente todo lo que tragaba y luego escupía los huesos al cabo de tres años. Se dice que estos huesos eran un magnífico ingrediente para preparar una medicina capaz de curar todas las enfermedades internas. La serpiente era tan terrible, que por donde pasaba, la gente salía despavorida. Sólo tras una dura lucha, Hou Yi logró vencerla y la mató. Los huesos de la fiera formaron un monte, que posteriormente se llamó Baling. 

      Después de aniquilar todos los azotes en el Sur, Hou Yi regresó al Norte. Cuando pasaba por las aguas de un lugar sagrado situado al Este, vio que las gentes allí se lamentaban. Le contaron que allí aparecía un rocho de tamaño desmesurado y fuerza extraordinaria, llamado Da Feng. Cuando volaba, sus alas podían ocultar la mitad del cielo y provocar un huracán, arrancando árboles y casas, y perjudicando a la gente. Hou Yi sabía que si no lograba matarlo de un flechazo, la cosa sería peor. Por tanto, se las ingenió atando un hilo a la flecha para poder recuperarla después de disparar. Este método fue muy eficaz y logró matar al rocho. El método fue asimilado por los descendientes, quienes lo usaron para cazar fieras mayores.


      Poco después, Hou Yi visitó la región de Shangcun. Allá mató al gigantesco jabalí llamado Feng Xi y un gran zorro conocido como Feng Hu, que podía tomar la apariencia de diversas figuras humanas. 

      Hou Yi eliminó todas las plagas en la tierra, con lo cual hizo un aporte invaluable a la humanidad. Por eso, a la sola mención de estos sucesos, las siguientes generaciones sentían nostalgia por él.        




Tomado de: Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal (ed.). (2004). Mitología clásica china. Madrid: Trotta y Edicions de la Universitat de Barcelona; y Chu Binjie (ed.). (1992). Relatos mitológicos de la Antigua China. Madrid: Miraguano.    

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