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viernes, 30 de mayo de 2014

Mitos venezolanos: Pemón: El cuento del Uruperé





      "Este es el cuento de Uruperé, que unos indios los sabemos y otros no lo saben. El cuento, como yo lo sé, es así. 

      Uruperé era un buen cazador. Pero por aquel mismo tiempo uno de nuestros abuelos, uno de nuestros antepasados era mal cazador, no tenía suerte en la caza; por esto era menospreciado hasta por su propia mujer. 

      Continuamente se iba de caza; buscaba venados, buscaba dantos, pero nada encontraba. Y se pasaba largos días por la montaña adentro buscando caza. 

      Y en una de estas ausencias, la mujer quedó encinta; la mujer de este indio, infeliz en la caza, estuvo viviendo con otro indio mientras su marido se demoraba por la montaña adentro. 

      Cuando el indio regresó y se dio cuenta, exclamó: '¡Pues sí que soy infeliz!' ¿Esto también? —Entonces volvió a salir de cacería y se alejó mucho más por las montañas adentro. Y habiendo llegado muy lejos, cierto día se encontró con la hija de Uruperé. 

      Y habiendo encontrado a la hija de Uruperé, se fue detrás de ella y entró en su casa; y allí comió de toda clase de presas hasta hartarse. Y entonces el indio aquel pensó y pensando se lo dijo a la hija de Uruperé: '¡Caramba, yo quiero vivir contigo; me dan ganas de estar aquí contigo!'. 

      Pero la hija de Uruperé le respondió: 'Yo no sé; eso tú lo verás; eso no ha salido de mi boca; eso no es proposición mía'. Y el indio le repitió: 'Pues sí es verdad que yo quiero estar contigo; yo te quiero'. 




      —'Siendo así, respondió la hija de Uruperé, viviremos juntos. Pero tengo que decirte que él, papá, es tremendo; él te va a tragar'. 

      Entonces preguntó el indio: '¿Como quién es él, a quién se parece?'

      —Y la mujer le dijo: 'Él es grandísimo; él viene como un huracán; siempre viene de por allá como un viento grande y entra en la casa'. 

      —Y el indio dijo: 'Vamos a verlo; aunque así sea, yo voy a estar contigo.'

      El indio tenía consigo cuatro perros. Y a pesar de haberle oído aquellas cosas, continuó viviendo allí con la hija de Uruperé. Y cuando llegó el día del regreso de Uruperé, su hija le dijo al indio otra vez: 'Mi papá es tremendo, él te va a tragar.'

      —'Yo no sé, dijo el indio; si me traga, pues me traga; pero si no me traga, pues no me traga.'

      Y entonces el indio se preparó y la hija de Uruperé salió al encuentro de su papá. Y antes de que la hija lo encontrara, se empezó a oír un viento fuerte que estremecía los árboles y batía con fuerza el techo de la casa. Y poco después se empezaron a ver como unas llamaradas, igual que cuando caen los rayos: ¡ten, ten, ten; verou, verou, verou!

      Entonces el indio envió a su encuentro uno de sus perros. Se oyó el ladrido continuado y el perro le mordió la lengua a Uruperé, que venía con aquellas llamaradas. Y cuando advirtió que el perro estaba cansado, soltó el segundo; y del mismo modo envió el tercero; y después envió el último de todos. Le destrozaron la lengua totalmente. 


      Y llegó Uruperé y era una culebre grandísima. Y resollando fuerte y como asfixiándose de calor, le dijo a su hija: 'Quítame de prisa el vestido'. Y su hija tiró del vestido y lo desenfundó de él y Uruperé se quedó igual que nosotros, como un indio cualquiera. 


      Sentado y soplando por el calor, le preguntó a su hija: '¿Cómo estás, mi moza; cómo están tus cosas?'. —'Pues sí, papá, respondió ella; encontré un indio; te he traído un padre para tus nietos'. —Y dijo Uruperé: 'Está bien; tráemelo para que lo vea'. 


      Entonces ella volteó la canoa, debajo de la cual estaba escondido el indio. Y él se levantó y dijo: 'Yo vine acá; yo soy un infeliz; hasta mi misma mujer me hizo infeliz, ella siempre me estaba haciendo sufrir. Por eso me vine por acá y estoy viviendo con tu hija.' —Uruperé le dijo: 'Está bien; no tengo nada en contra de eso'. Uruperé se alegró con el indio porque estaba con prisa de cogerlo por su yerno.


      E inmediatamente dijo Uruperé, se lo dijo a su hija: 'Mi hijita, vete a coger el remedio del danto, el remedio del acure, el remedio del váquiro, el remedio del venado...'. Bueno, le mandó a su hija que fuera a recoger el remedio de toda clase de caza; de los dantos, de los venados, de los acures, de los váquiros, de las pavas, de los paujíes, de toda clase sin dejar ninguna. 



Danto, danta o tapir


      Y su hija trajo toda clase de remedios y con ellos llenó una olla grande hasta los bordes. Y después que los preparó, dijo Uruperé, le dijo a su yerno: 'Ven acá para que te haga el remedio; vamos a sajarte para hacerte el remedio.' —'Está bien', dijo el indio. 

      Y entonces Uruperé cantó, él dijo esto. Este es el ensalmo para cuando uno es infeliz en la caza; esto es lo que se recita; esto es lo que yo voy a decir. Esto es lo que se dice cuando se quiere ser cazador de danto, de venado y demás. Yo lo digo para que vosotros lo cojáis. 


      Dijo así Uruperé: 'Yo hago el remedio a este indio; yo le pongoa este indio los brazos, yo le pongo las piernas, yo le pongo la cabeza, yo le pongo los pies, yo le pongo el vientre; yo se lo pongo para los dantos, y para los venados, y para los váquiros, y para los cochinos monteses, y para las pavas, y para los paujíes, y...continuó diciendo todas y cada una de las clases de caza hasta terminar. Y dijo entonces rogándose a sí mismo: Yo, yo que soy ciertamente el T - ennarai - piá, el T - itarai - piá; el Wuekpon - piá, el Wekpipón - piá, el T - ané - sereká - piá; yo, el Toronkón - piá, dijo para terminar'. 




Váquiro o báquiro

      Este es el cuento, que a la vez es el ensalmo, que debe ser apreciado. Esto, cuando uno quiere hacerse el remedio para ser buen cazador; pero si uno no estima esto, pues no hace caso de ello. Pero el que no se haga este remedio, no podrá ser buen cazador. Y, al contrario, quien se lo haga, sajándose y poniendo los remedios en las incisiones, será buen cazador de dantos, de venados y de los demás animales. 

      Y en ese caso, tu suegra te querrá, tu suegro te querrá, tus hermanos te querrán. Este es el cuento, que yo escuché de los viejos y que por mi vez os lo cuento a vosotros para que lo sepáis. ¿Cómo era aquello que nos contaste? Aquello era muy bonito. Y si queréis que os lo cuente otra vez y queréis haceros el remedio para ser afortunados en las cacerías y para quedaros tranquilos, pues yo os lo diré otra vez. 


      O si no, se lo preguntáis a Emasensén, que ha cogido éste mi cuento en su máquina."





Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.) (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana.  
 
      
  
   


 

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