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jueves, 5 de diciembre de 2013

Mitos venezolanos: Waraos: El origen mítico de la palmera Temiche




"Hace mucho tiempo había una anciana que siguió a su marido para vivir en las tierras bajas del Delta. La vida discurría fácil para el viejo matrimonio en aquel lugar, más fácil que de donde procedían y gozaban del agua fresca de las marismas y la brisa marina que barría incesantemente su nueva casa. El nombre de la anciana era Yahuhi. 

Conforme pasó el tiempo, la mujer sintió una extraña transformación en todo su cuerpo. En primer lugar sus ojos comenzaron a abrirse de forma que podía ver bien de nuevo. Luego desaparecieron las arrugas de su rostro y su cuerpo comenzó a tomar la forma del de una joven y su piel a aparecer juvenil y sana. Incluso la voz de la anciana cambió para tornarse la voz de una joven doncella y empezó a cantar de felicidad por su recuperada juventud. 

El esposo de la mujer estaba igualmente sorprendido ante la transformación y comenzaba a preguntarse la causa de la misma. 

'He cambiado porque mi cuerpo estaba expuesto al aire fresco del norte' — dijo la mujer. 'Quedémonos aquí para siempre'.


Un día el hombre dijo a su joven esposa que tenía que abandonar la casa por un breve tiempo. Quería ir al conuco y trabajar algo en él. 

'Muy bien', dijo la mujer. 'Te haré la comida y te esperaré. Pero no te demores más de lo que dices.'

Pasó el tiempo y el hombre no volvió en el período que había fijado. Mientras su esposa esperaba, vio que un joven bien parecido se acercaba a la casa, procedente del norte. Él la saludó con amabilidad y le preguntó adónde había ido su esposo. 'Se ha ido al conuco y se ha demorado', dijo ella. 

Así que el visitante se aprovechó de la ausencia del esposo y sedujo a la juvenil mujer. Cuando el esposo llegó por fin, el seductor había dejado hacía tiempo la casa, pero éste notó que algo iba mal. Interrogando a su esposa, ella terminó por confesar que un joven la había visitado y seducido durante su ausencia. Dijo que era culpa de él por dejarla sola. 

Esto provocó la furia del viejo. Preparó una soga y azotó a la pobre mujer tan despiadadamente que las marcas cubrieron su cuerpo de pies a cabeza. 

Pasaron los días y la mujer parecía estar muy enferma. No podía dormir ni comer por el dolor y por fin, murió. 

Palma Temiche o Manicaria Saccifera Gaertn


Como no había gente en los alrededores que pudiera ayudar al viejo a enterrar a su esposa, aquél ató el cadáver a un poste en posición de pie. Parecía como si la mujer estuviera allí con vida. E incluso cuando pasó una luna llena el cuerpo de la mujer estaba allí luciendo juvenil e incorrupto. 

Los frutos de la palma Temiche o Manicaria Saccifera Gaertn

Sin embargo, después de esto, la mujer comenzó a transformarse en un árbol. El esposo la dejó y la miró por última vez y vio que la mujer se había convertido en una palmera temiche. Se dijo a sí mismo: 'Cuando los Warao vengan a habitar esta tierra, llamarán a esta palmera yawuhi, porque ése era su nombre cuando era una mujer.'"






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.) (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana.  

Mitos venezolanos: Waraos: Tikitikibanna. Otra historia de un tigre de dos cabezas




"Algunos fueron a cortar árboles de palma Ité, con el fin de conseguir la fruta y fueron a sus casas para comerla. (...) Había muchas mujeres y únicamente dos hombres. Cada hombre llenó una cesta y trepó a un árbol y comió, mientras las mujeres llenaban las curiaras con fruta; y los hombres vieron venir siete tigres de dos cabezas por la sabana y ellos llamaron a sus hermanos para indicarles que siete tigres estaban llegando.

Pero las mujeres se burlaron, ¡ja, ja, ja, ja!, y no atendieron a los hombres y los tigres llegaron y mataron a todas las mujeres y ellos hicieron un montón con todo el gran número de mujeres y cada tigre cargó con tantos cuerpos como pudo, en la cavidad que los tigres de dos cabezas tienen en el lomo, hasta que se los llevaron todos. Diez veces cargaron antes de terminar. (...)

Entonces los hombres bajaron.

Pero cada vez que los tigres regresaron, sus vientres estaban más llenos que la vez anterior; por esto, ellos venían muy despacio. Y los hombres iban huyendo, lejos, lejos, lejos en el monte; ellos corrieron, corrieron, corrieron. Y uno de los hombres estaba cansadísimo y cayó, y cuando se acercaron a la curiara, oyeron los tigres corriendo detrás de ellos, como perros. 


Y cuando alcanzaron la curiara, el más débil se cayó, y los tigres estaban a punto de agarrarlo, pero otro lo arrojó en la curiara y cortó la cuerda. Y mientras ellos se alejaban, el tigre arañó el tronco de la curiara con las uñas, así. (El narrador rasguñó el suelo con sus uñas). 

Y los hombres se fueron a sus casas y contaron a sus familias y estaban a punto de irse a buscarlos y ellos tenían tres curiaras muy grandes hechas de un árbol grande llamado Bisi, como botes con tallos cuadrados. Y ellos tenían un perro grande, tan grande como un caballo (...). Y ellos llevaron el perro donde estaban los tigres y el nombre de su dueño era Tiki Tiki Banna, porque él era un gran cazador de tigres.

Cuando ellos llegaron allá, desembarcaron primero al perro. Tiki Tiki Banna le dijo a su perro que ellos tenían que matar tigres y los dos se fueron. 

Y el resto los siguió a distancia y cuando encontraron los tigres, sus vientres estaban llenos todos y ellos estaban echados vigilando. 


Tiki Tiki Banna y el perro se pusieron a trabajar y los mataron a todos; y entonces él le dijo al perro: 'Ahora que has matado, debes comértelos.'

Así ellos dejaron al perro allí una semana y volvieron por él el lunes. 

Tiki Tiki Banna fue solo y encontró al perro tan gordo que sólo quedó libre una pulgada a bordo cuando el perro fue embarcado en la gran curiara. Y él trajo al perro a casa y le construyó una casa grande, le puso el piso y se la dio al perro para él solo. 






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.) (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana.