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domingo, 10 de marzo de 2013

Mitos venezolanos: Waraos: El dueño del Sol y el motivo de su caminar despacio




      "Hubo un tiempo 'al principio', en que el SOL no alumbraba; pues un hombre dueño de él, lo tenía escondido en una bolsa, y ese hombre vivía en las nubes, hacia el Oriente. 

      Supo un indio que ese hombre tenía el sol escondido y le envió a su hija mayor para decirle que lo sacara y lo pusiera en el cielo a fin de que alumbrase a todos los hombres.

      Cuando la india iba por el camino, le salió al encuentro un hombre joven que la detuvo mucho tiempo y hasta llegó a faltarle el respeto, pero ella siguió su camino y llegó a donde estaba el dueño del sol y le dio el encargo de su padre. Él, sin embargo, no dio crédito a las palabras de la india, y después de haberle faltado a la consideración debida, la despidió, regresando ella a la casa de su padre sin haber conseguido nada. 



      Cuando contó a su padre los percances del camino, no sólo no desistió de su empeño, sino que mandó a su hija menor con el mismo encargo. Fue la muchacha hacia el Oriente y aunque nadie salió a molestarla en el camino, cuando llegó a la casa del dueño del sol, fue molestada por él, lo mismo que su hermana. 

      En vista de que nada conseguía antes de regresar le dijo resuelta: ¿Por fin no vas a descubrir el sol...?

      Al tiempo que esto decía, vio una envoltura o bolsa rara colgada en la pared de la casa... Al notar el dueño del sol que la india miraba con mucha atención le dijo con mucho interés: No toques eso.



      En el modo de hablar de aquel hombre, entendió la india que allí tenía el sol escondido y sin hacer caso, con mucha rapidez rasgó de un tirón aquella gran bolsa (jocoji anamu yabannae) y empezaron a extenderse por todas partes los rayos del sol. 

      Cuando el hombre vio que la muchacha había descubierto su secreto, puso el sol hacia el Oriente y mandó colgar la bolsa hacia el Poniente. Con la luz que le daba el sol, brillaba ella también y quedó convertida en LUNA.

      La india regresó a la casa de su padre y le contó cómo había logrado descubrir el sol.

      Ambos lo estaban contemplando y a las tres horas se escondió. 




      Viendo el indio que apenas había alumbrado el sol por espacio de tres horas, llamó a su hija y le dijo: Vete otra vez al Oriente y esperas allí al sol. Cuando vaya a salir mañana, le amarras por detrás un morrocoy para que vaya más despacio.

      Salió la india de su casa, llevando un morrocoy en la mano. Cuando a la mañana siguiente iba a salir el sol, se lo amarró por detrás y no tuvo otro remedio que caminar más despacio, tardando aquel día en hacer su recorrido como unas doce horas.

      Desde entonces el día dura doce horas y desde esa fecha hay sol y luna." 




"Notas explicativas: 


Este cuento es muy divertido y verdaderamente original. El sol, que tantos encantos y misterios encierra para todas las tribus salvajes, algunas de las cuales lo adoran como Dios, es objeto de especial atención en los CUENTOS de los Guaraos. En este que transcribo, pretenden explicarnos su origen. Incidentalmente y como complemento del sol, nos dice de dónde procede la luna.

      No sé lo que dirán los astrónomos de la duración y curso del sol durante las doce horas del día, según la explicación que de ella nos hacen los Guaraos. Debemos estar muy agradecidos a la ocurrencia de aquel indio; pues sin la rémora del morrocoy que lleva por detrás, apenas disfrutaríamos de su luz y calor unas pocas horas del día, con las incomodidades consiguientes.

      Dicen los Guaraos, que el sol se esconde por la tarde para dormir y beber agua. Necesita refrescarse, porque si no, moriría. Si no bebiese agua, saldría con más calor y habría peligro de que todo se abrasara."






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana (Colección Estudios). 

Mitos venezolanos: Waraos: Origen de la Muerte




      "Cuando el mundo estaba recién hecho y todos los animales podían hablar, un Jefe de indios habló a su gente y les dijo: 

      —Esta noche va a pasar la muerte, por tanto no durmáis.

      Pero a pesar de la advertencia, un joven se fue a dormir. 

      Siguió diciendo el Jefe: 

      — El primero que va a llamar esta noche es la muerte; el que llamará después es un espíritu bueno. Si nosotros contestamos a este último no moriremos nunca; pero si contestamos a la primera llamada, moriremos sin remedio.



      Llegó la noche y todo estaba en el más profundo silencio en la ranchería. Cuando he ahí que hacia la media noche oyeron una voz. 

      Los indios no respondieron.

      Mas el muchacho que estaba dormido, se despertó sobresaltado y contestó a la voz.

      Aquélla era, en efecto, la llamada de la muerte.

      Se cumplió inexorablemente la sentencia.

      Y desde entonces los indios comenzaron a morir."



Nota: "Este mito lo trae De Goeje en su trabajo 'The Inner Structure of Warao Language of Guiana' y procede de la región del Surinam; mas en el fondo es universal entre los guaraos, según los cuales la causa de la muerte fue la desobediencia."






Tomado de: Fray Cesáreo de Armellada y Carmen Bentivenga de Napolitano (eds.). (1991). Literaturas indígenas venezolanas. Visión panorámica actual de las literaturas indígenas venezolanas. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana (Colección Estudios).  

Mitos hebreos: Glosas sobre la Fábula de la Creación





      "Dios creó los Cielos con la luz de Su vestimenta. Cuando los extendió como un paño comenzaron a dilatarse cada vez más espontáneamente, hasta que Él gritó: '¡Basta!' Creó la Tierra con la nieve que había bajo Su Divino Trono: arrojando parte de ella en las aguas, que se helaron y convirtieron en polvo. La Tierra y el Mar también se extendieron cada vez más hasta que Él gritó: '¡Basta!'

      Pero algunos dicen que Dios entretejió dos madejas, una de fuego y la otra de nieve, para crear el mundo; y dos más, de fuego y agua, para crear los Cielos. Otros sostienen que los Cielos fueron hechos con nieve solamente. 

      Bajo el antiguo régimen del Agua prevalecían un desorden y un caos tales que los hombres prudentes evitan toda mención del mismo. 'Comparar a Dios con un rey que ha construido su palacio sobre una gran letrina —dicen— sería pertinente, pero irreverente.'




      En consecuencia, Dios desterró a Tohu y Bohu de la Tierra, aunque los conservó como dos de las cinco capas que separan a las siete Tierras. A Tohu se lo puede discernir fácilmente como la delgada línea verde del horizonte desde la cual, todas las noches, se extiende la Oscuridad por el mundo. Bohu es también el nombre que se da a ciertas piedras relucientes sumidas en el abismo en que acecha Leviatán. 

      Dios encontró a las Aguas de Arriba masculinas y las Aguas de Abajo femeninas unidas en un abrazo apasionado. 'Que una de vosotras se levante', ordenó, 'y que la otra descienda'. Pero las dos se levantaron juntas, por lo que Dios preguntó: '¿Por qué os habéis levantado las dos?' y ellas respondieron con una voz: 'Somos inseparables. ¡Deja que nos amemos!' Entonces Dios extendió Su dedo meñique y las separó; a las de Arriba las elevó a gran altura y a las de Abajo las derribó. Para castigar su oposición Dios las habría chamuscado con fuego si no hubieran suplicado misericordia. Las perdonó con dos condiciones: que, en el Éxodo, permitieran que los Hijos de Israel pasaran a pie enjuto, y que impedirían que Jonás huyese en barco a Tarsis.




      Luego las aguas divididas manifestaron su angustia por la pérdida sufrida lanzándose ciegamente las unas contra las otras e inundando las cimas de las montañas. Pero cuando las Aguas de Abajo llegaron al pie del trono de Dios, Él gritó airado y las pisoteó con Sus pies. 

      Otros dicen que las Aguas de Abajo, angustiadas y no estando ya tan cerca de Dios, gritaron: 'No nos han considerado dignas de la presencia de nuestro Hacedor' y trataron de llegar hasta Su trono como suplicantes. 

      En el tercer día, cuando Dios se dedicó a reunir las Aguas Saladas en un lugar —para dejar que apareciera la tierra seca—, protestaron: 'Cubrimos el mundo entero, y aun así carecemos de espacio suficiente. ¿Quieres limitarnos todavía más?' En vista de lo cual Dios mató a puntapiés a su caudillo el Océano. 


      Pasadas estas dificultades, Dios concedió un lugar separado a cada conjunto de aguas. Sin embargo, en el horizonte están separadas por no más que la anchura de tres dedos delgados. 

      A veces, el mar todavía amenaza a su barrera de arena. Un marinero veterano le dijo en una ocasión a Rabbá de Babilonia: 'La distancia entre una ola y su compañera puede ser de trescientas leguas; y cada una puede elevarse a una altura también de trescientas leguas. No hace mucho tiempo una ola levantó nuestro barco hasta tan cerca de una pequeña estrella que adquirió el tamaño de un campo en el que podrían crecer cuarenta medidas de semilla de mostaza. Si nos hubiéramos elevado todavía más el aliento de la estrella nos habría chamuscado. Y oímos que una ola le decía a su compañera: 'Hermana, ¿queda algo en el mundo que no hayas barrido ya? Si queda, deja que lo destruya'. Pero la otra ola respondió: 'Respeta el poder de nuestro Señor, hermana; no podemos cruzar la barrera de arena ni siquiera en la anchura de un hilo...'. 

      Dios prohibió también a Tehom, las aguas dulces subterráneas, que se elevasen, excepto poco a poco; y les impuso la obediencia poniendo sobre ellas un casco, en el que había grabado Su Nombre Inefable. Este sello sólo fue quitado una vez: cuando la humanidad pecó en la época de Noé. Inmediatamente Tehom se unió con las Aguas de Arriba y juntas inundaron la Tierra. 

      Desde entonces Tehom se ha mantenido siempre agazapada sumisamente en su profunda morada como un animal gigantesco, enviando manantiales a quienes los merecen y alimentando las raíces de los árboles. Aunque influye así en el destino del hombre, nadie puede visitar su morada. 

      Tehom entrega a la Tierra tres veces más agua que la lluvia. En la Fiesta de los Tabernáculos los sacerdotes del Templo derraman libaciones de vino y agua en el altar de Dios. Luego Ridya, un ángel que tiene la forma de un novillo de tres años con labios hendidos, ordena a Tehom: '¡Deja que broten tus manantiales!' y ordena a las Aguas de Arriba: '¡Dejad que caiga la lluvia!'





      Algunos dicen que una gema que llevaba el nombre del Mesías —y que flotaba impulsada por el viento hasta que fue construido el Altar del Sacrificio en el Monte Sión y luego se quedó allí— fue la primera cosa sólida que creó Dios. Otros dicen que fue la Primera Piedra en la que se apoyaba Su altar, y que, cuando Dios limitó las aguas de Tehom grabó Su Nombre de cuarenta y dos letras en su superficie, y no en un sello. Otros más dicen que arrojó la Roca en el agua profunda y formó tierra a su alrededor de una manera parecida a como un niño antes de nacer se desarrolla desde el ombligo hacia afuera; sigue siendo el ombligo del mundo hasta ahora.

      Posteriormente, cuando Adán se preguntó cómo había sido creada la Luz, Dios le dio dos piedras: la de la Oscuridad y la de la Sombra de la Muerte y él las frotó. De ellas salió el fuego. 'Así fue hecha', le dijo Dios."



Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai (eds.). (1986). Los mitos hebreos. Madrid: Alianza.  

      

   
   

domingo, 3 de marzo de 2013

Mitos hebreos: Cosmología mítica




      "Tan grande era la obra realizada en la Creación que un paseo de este a oeste a través de la Tierra le llevaría a un hombre quinientos años, si viviera para terminarlo; y un paseo de norte a sur le llevaría otros quinientos años. Estas distancias corresponden a las que hay desde la Tierra hasta el Primer Cielo, y desde el Primer Cielo hasta su cima. En lo que respecta a la Tierra misma, una tercera parte de su superficie está desierta, otra tercera parte la ocupa el mar, y la restante tercera parte es tierra habitable. 

      Algunos calculan que la anchura de la Tierra es de 6.000 parasangas, es decir 18.000 millas, en todas direcciones; y la altura del cielo de 1.000 parasangas, o sea 3.000 millas. Otros creen que la Tierra es todavía mayor. Dicen que Egipto mide 400 por 400 parasangas, o sea 1.200 por 1.200 millas; sin embargo, Egipto tiene una sexagésima parte del tamaño de Etiopía, Etiopía una sexagésima parte del tamaño de la superficie de la Tierra, la Tierra una sexagésima parte del tamaño de Edén y Edén una sexagésima parte del tamaño de la Gehena. En consecuencia, la Tierra es con respecto a la Gehena lo que una pequeña tapadera respecto a una olla inmensa. 

      Hacia el este del mundo habitable se halla el Jardín del Edén, morada de los justos. Hacia el oeste se hallan el Océano y sus islas; y detrás de ellos el Desierto, un territorio reseco por el que sólo se arrastran culebras y escorpiones. Hacia el norte se extienden Babilonia y Caldea, y detrás de ellas se hallan los almacenes del fuego del Infierno y los de la nieve, las piedras de granizo, la niebla, la escarcha, la oscuridad y los vientos fuertes. Allí viven los demonios, los espíritus dañinos, la hueste de Samael; allí también está la Gehena, donde son encerrados los malvados. Hacia el sur se hallan las Cámaras de Temán, almacenes de fuego, y la Caverna de Humo, de donde sale el torbellino caliente. 


      Según otros, el este es la región desde la que la luz y el calor se difunden por el mundo; el oeste contiene los depósitos de la nieve y el granizo y desde él soplan los vientos fríos; los rocíos y las lluvias beneficiosas provienen del sur; el norte engendra la oscuridad. 

      Dios sujetó el firmamento al borde de la Tierra en el este, el sur y el oeste, pero dejó suelta la parte del norte y anunció: 'Si alguien dijese: 'Yo soy Dios' dejadle que sujete también ese lado como prueba de su divinidad'. 

      Las siete Tierras, separadas unas de otras por intervalos de torbellino, se llaman en orden ascendente: Eres, Adama, Harabha, Siyya, Yabbasha, Arqa, Tebhel y Heled

      Arqa, la quinta Tierra, contiene la Gehena y sus siete estratos, cada uno con sus almacenes de oscuridad. El más alto de ellos es Sheol, y debajo de él hay otros que se llaman Perdición, El Foso Inferior, La Sentina, Silencio, Las Puertas de la Muerte y Las Puertas de la Sombra de la Muerte. El fuego de cada estrato es sesenta veces más violento que el inmediatamente inferior. Allí se castiga a los malvados y los ángeles los torturan. 


      Tebhel, la sexta Tierra, contiene colinas, montañas, valles y llanuras, habitados por no menos de trescientas sesenta y cinco clases de criaturas. Algunas tienen cabezas y cuerpos de bueyes, pero están dotadas con lenguaje humano; otras tienen cabezas gemelas, cuatro orejas y cuatro ojos, dos narices y bocas, cuatro manos y cuatro piernas, pero sólo un tronco. Cuando están sentadas parecen dos personas, pero cuando caminan parecen una. Cuando comen y beben las cabezas gemelas discuten y se acusan mutuamente de tomar más que la parte que les corresponde; sin embargo, se los considera seres justos. 

      Heled, nuestra propia Tierra, no necesita descripción.

      Varían las opiniones acerca de si hay dos, tres, siete o diez Cielos, pero sin duda su número coincide con el de las Siete Tierras. El Firmamento cubre a la Tierra como una tapa en forma de cúpula, sus bordes tocan al océano circundante. Los ganchos del Cielo están sumergidos en esas aguas. 

      En una ocasión un árabe llevó a Rabba bar Bar-Hana al borde mismo de la Tierra, donde está sujeto el Firmamento. Rabba llevó una canasta llena de pan y, como era la hora de la plegaria, la dejó en el reborde de la ventana celestial. Luego buscó en vano la canasta y preguntó: '¿Quién me ha robado el pan?' El árabe respondió: 'No lo ha hecho hombre alguno, pero la rueda del Firmamento ha girado mientras tú orabas. Espera hasta mañana y volverás a comer pan.'



      Algunos describen a la Tierra como una sala abierta únicamente en el norte, porque una vez que el Sol, moviéndose de este a oeste, llega al rincón noroeste, se vuelve y va hacia arriba y hacia atrás, esta vez detrás de la cúpula del firmamento. Y como el firmamento es opaco, el viaje de regreso del Sol causa que se haga la noche en la Tierra. Pero cuando llega al este pasa otra vez bajo la cúpula del firmamento y brilla para toda la humanidad. 

      Rabbí Shimon ben Laqish llama a los siete cielos del siguiente modo: Wilon, Raqi'a, Shehaqim, Zebhul, Ma'on, Makhon y 'Arabhoth. Todos están fijos y abovedados sobre la Tierra, uno sobre otro, como los pellejos de una cebolla; con la única excepción de Wilon, el inferior, que resguarda a la Tierra más alta del calor. En consecuencia, al amanecer Wilon se extiende por el firmamento, pero a la puesta del Sol se enrolla para permitir que la Luna y las estrellas brillen desde Raqi'a, el segundo Cielo.

      En Shehaqim, un par de piedras de molino muelen maná para los justos; en Zebhul se hallan la Jerusalén Celestial, el Templo y el altar en el que el arcángel Miguel ofrece sacrificios; en Ma'on multitud de ángeles oficiantes cantan himnos a la misericordia de Dios durante toda la noche, pero al amanecer guardan silencio, para permitir que Él oiga las alabanzas que desde abajo le canta Israel; Makhon contiene almacenes de nieve y granizo, depósitos de rocío y de lluvia, cámaras de tormentas y cavernas de niebla; en 'Arabhoth habitan la Justicia, la Ley y la Caridad, los tesoros de la Vida, la Paz y la Bendición, las almas de los justos, las almas de los que no han nacido todavía, el rocío con que Dios resucitará a los muertos, el carro que vio Ezequiel en una visión, los ángeles oficiantes y el Trono Divino. 


      Según una opinión muy diferente, el Cielo inferior contiene las nubes, los vientos, el aire, las Aguas de Arriba, los doscientos ángeles designados para vigilar las estrellas y almacenes de nieve, hielo y rocío con sus ángeles guardianes. 

        En el Segundo Cielo reina la oscuridad completa sobre los pecadores encadenados que esperan el Juicio Final.

      En el Tercer Cielo se halla el Jardín de Edén, lleno de árboles frutales maravillosos, incluyendo el Árbol de la Vida bajo el cual descansa Dios siempre que va allí de visita. Dos ríos salen de Edén: uno fluye con leche y miel, el otro con vino y aceite; se dividen en cuatro brazos, descienden y rodean la Tierra. Trescientos ángeles de Luz, que incesantemente cantan alabanzas a Dios, vigilan el Jardín, que es el Cielo en el que se recibe a las almas justas después de la muerte. Al norte de Edén se extiende la Gehena, donde arden perpetuamente en rescoldo fuegos siniestros y un río de llamas corre por un terreno de frío cortante y hielo; allí sufren torturas los malvados. 




      En el Cuatro Cielo hay carros en los que viajan el Sol y la Luna, y también grandes estrellas, cada una con un séquito de un millar de estrellas menores que acompañan al Sol en su circuito: cuatro a la derecha y otras cuatro a la izquierda. De los dos vientos que arrastran esos carros, uno tiene la forma de un fénix, y el otro de una serpiente de bronce; aunque, de hecho, sus rostros se parecen al de un león y sus partes inferiores a las de Leviatán. Cada viento tiene doce alas. Al este y el oeste de este Cielo se hallan las puertas por las que pasan los carros a las horas señaladas. 

      El Quinto Cielo aloja a los gigantescos ángeles Caídos, que permanecen agazapados en silencio y en una desesperación eterna. 

      En el Sexto Cielo viven siete Fénix, siete Querubines que cantan alabanzas al Señor incesantemente y multitudes de ángeles radiantes absortos en el estudio astrológico; junto a otros ángeles que vigilan las horas, los años, los ríos, los mares, las cosechas, los pastos y la humanidad, registrando, para llamar la atención de Dios sobre ellas, todas las cosas inusitadas que observan. 

      El Séptimo Cielo, de luz inefable, contiene a los Arcángeles, Querubines y Serafines, así como las ruedas divinas; allí Dios mismo ocupa Su Divino Trono, y todos cantan Su alabanza. 

      Estos siete Cielos y siete Tierras no pueden desprenderse y caer en el Vacío de abajo gracias a los inmensos garfios que sujetan el borden de cada cielo y lo unen al borde de la tierra correspondiente. Sin embargo, la Tierra más alta está enganchada al borde del Segundo Cielo (no del Primero, que no es más que un gran velo plegadizo); la Segunda Tierra está sujeta al Tercer Cielo, y así sucesivamente. Además, cada cielo está sujeto igualmente al cielo vecino suyo. Toda la estructura se parece, por consiguiente, a una torre de catorce pisos, el piso superior de la cual, 'Arabhoth, cuelga del brazo de Dios, aunque algunos dicen que Dios sostiene los Cielos con su mano derecha y las Tierras con la izquierda. 

      Cada día Dios monta en un querubín y visita todos esos mundos, en los que recibe homenaje y adoración. En el viaje de regreso cabalga en las alas del Viento. 



Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai. (1986). Los mitos hebreos. Madrid: Alianza. 
       


sábado, 2 de marzo de 2013

Mitos hebreos: La creación según el Génesis y otros textos bíblicos




      "Cuando Dios emprendió la creación del Cielo y la Tierra, no encontró a su alrededor más que Tohu y Bohu, es decir el Caos y el Vacío. La faz del abismo, sobre el que Su Espíritu se cernía, se hallaba en la oscuridad. 

      En el primer día de la Creación, en consecuencia, dijo: 'Haya luz', y hubo luz. 

      En el segundo día hizo un firmamento para separar las aguas de arriba de las aguas de abajo, y lo llamó 'Cielo'. 

      En el tercer día juntó en un lugar las aguas de debajo de los cielos y apareció lo seco; y a lo seco llamó 'Tierra' y a la reunión de las aguas 'Mar'. Y le dijo a la Tierra que brotara hierbas y árboles.

      En el cuarto día creó el Sol, la Luna y las estrellas. 

      En el quinto día, los animales marinos, los peces y las aves.
    
      En el sexto día, los animales de la tierra, los reptiles y al hombre. 

      En el séptimo día, satisfecho con su obra, descansó. 



      Pero algunos dicen que después de crear el Cielo y la Tierra, Dios hizo que una niebla humedeciese la tierra seca para que pudiesen brotar los pastos y las hierbas. Luego hizo un jardín en Edén, y también un hombre llamado Adán para que lo cuidara, y plantó en él árboles. Luego creó todos los animales, las aves y los reptiles, y por fin la mujer.

      Según otros, Dios creó el firmamento completo, con el Sol, la Luna y las estrellas, con una sola palabra de orden. Luego, vestido con una gloriosa vestimenta de luz, el firmamento como una tienda de campaña redonda, cortada exactamente para cubrir el Abismo. Después de encerrar las aguas de arriba en un pliegue de su vestidura, instaló su pabellón secreto sobre el firmamento, cercándolo con una densa oscuridad como una arpillera, lo alfombró con lo mismo y asentó sus vigas sobre las aguas de arriba. Allí erigió su Trono Divino. 

      Mientras realizaba la obra de la Creación, Dios cabalgaba a través del Abismo montado en nubes, o en querubines, o en las alas de la tormenta; o cogía a los vientos que pasaban y hacía de ellos sus mensajeros. Asentó la Tierra sobre bases firmes, pesando cuidadosamente las montañas, hundiendo algunas como pilares en las aguas del Abismo, arqueando la Tierra sobre ellas y cerrando el arco con la clave formada por otras montañas. 




      Las aguas rugientes del Abismo se levantaron y Tehom, su reina, amenazó con inundar la obra de Dios. Pero en su ígneo carro recorrió El las aguas y lanzó contra ella grandes andanadas de granizo, rayos y truenos. Mató a su monstruoso aliado Leviatán con un golpe en el cráneo; y al monstruo Ráhab atravesándole el corazón con una espada. Atemorizadas por su voz, las aguas de Tehom descendieron. Los ríos retrocedieron por las colinas y descendieron a los valles situados más allá. Tehom, temblando, reconoció su derrota. Dios lanzó un grito de victoria y secó la inundación hasta que quedaron a la vista las bases de la Tierra. Luego midió en el hueco de su mano el agua que quedaba, la derramó en el lecho del mar y puso dunas de arena como su límite perpetuo; al mismo tiempo dictó un decreto que Tehom nunca podría infringir por violentamente que rugiesen sus olas saladas, pues estaba, por decirlo así, encerrada tras unas puertas a través de las cuales se había echado un cerrojo. 



      Luego Dios midió la tierra seca, fijando sus límites. Permitió que las aguas dulces de Tehom surgiesen como manantiales en los valles y que la lluvia cayera suavemente sobre las cumbres de las montañas desde sus cámaras en las alturas. Así hizo que brotaran la hierba y el pasto para el ganado; también el grano y la uva para alimentación del hombre, y los grandes cedros del Líbano para que dieran sombra. Ordenó a la Luna que marcara las estaciones; y al Sol que dividiera el día de la noche y el verano del invierno; y a las estrellas que restringieran la oscuridad de la noche. Llenó la tierra con animales, aves y reptiles; y el mar con peces, bestias marinas y monstruos. Permitó que las fieras vagaran de un lado a otro después de oscurecer, pero en cuanto el Sol salía debían volver a sus cubiles. 

    
  Los luceros del alba, que observaban, prorrumpieron en un canto de alabanza y todos los hijos de Dios gritaron de alegría. 

      Habiendo terminado así la obra de la Creación, Dios se retiró a un santuario en el monte Parán, en la Tierra de Temán. Siempre que Él sale de su morada la Tierra tiembla y las montañas humean."


Consultar: Génesis, I-II.3; II.4-23; Isaías XL.12, 22 y L.3; y XLIV.24; Salmo CIV.3-5, 6; XXXIII.6-8; CIV.2; XVIII.10-12, 15-16, CIV.3, 32, XCIII.1-2, 3, LXV.7, LXXXIX.11, LXXIV.13-14, 17, ; 1 Reyes VIII.12; Proverbios XXX.4; Jeremías XXXI.35; Job IX.13, XXVI.12-13, XXXVIII.5, 8-11; Nahum I.4; y Habacuc III.3.

 

Tomado de: Robert Graves y Raphael Patai. (1986). Mitología hebrea. Madrid: Alianza.